Cuando tienes ya una cierta edad, te vas dando cuenta que la vida es un continuo baile de llegadas y despedidas, de duelos y alegrías.
Te das cuenta, además, que es un continuo soltar unas cosas para poder recibir otras, que solo si soltamos podemos hacer hueco para acoger, y que lo más sano es soltar desde el agradecimiento de lo que esa experiencia nos trajo…aunque no siempre sea fácil.
Normalmente, en nuestra cultura, el duelo se asimila a la pérdida de alguien querido, de manera esperada o inesperada y el proceso de dolor, tristeza y aceptación que le sigue.
Pero el duelo engloba muchas más situaciones, y no siempre somos conscientes del proceso de elaboración que toca hacer, ni siquiera de que estemos pasando un duelo.
En las familias adoptivas, en la adopción en general, los duelos están a la orden del día y creo que sería bueno repasar cuales y cuantos nos toca hacer a los adultos y a los niños y luego ver la manera de elaborarlos.
A ver si podemos hacer un poco de consciencia de todo este proceso.
Los adultos llegamos a la adopción, en muchas ocasiones, habiendo dejado atrás la ilusión y la expectativa de tener un hijo biológico que, por el motivo que sea, no llegó.
Nos parece muchas veces que lo tenemos “trabajado” pero ¿Cuántas veces vuelve a invadirnos ese anhelo a lo largo de todo el proceso de vida?
Y quizá este sea el más obvio de todos los duelos por los que pasamos.
Los adultos hemos sido educados, en nuestro entorno, con un espejo genético al que también tenemos que renunciar en nuestros hijos.
No se van a parecer a ti, ni al abuelo, ni a una tía….y eso hay que vivirlo mientras a los bebés que nacen alrededor se les buscan parecidos desde el minuto uno.
Los adultos tenemos unos gustos, una historia académica, deportiva, etc que ellos no van a repetir, tal vez por imitación, pero no van a sacar buenas notas en mates como tú, quizá tampoco van a ser el más torpe del cole y eso juega a su favor, pero no esperes que hagan esto o aquello porque era lo tú hacías o como tú lo hacías (esto también debería valer para los biológicos, pero eso ya es otro tema).
Los adultos solemos tener la expectativa de que nuestros hijos, como seguramente hemos hecho nosotros, vayan un poco más allá que nosotros, que podamos ofrecerles un futuro mejor, y toca asimilar que, en ocasiones, traen dificultades, limitaciones, que no esperábamos y que hacen más complicado un desarrollo competente.
Los adultos, cuando adoptamos, podemos tener algunas cosas muy claras…pero nuestro entorno no.
Los amigos, la familia extensa, a veces se implica con nosotros y otras, no lo hacen en absoluto.
En ocasiones las cosas van más o menos bien durante la infancia, pero si surgen problemas en la adolescencia buscan culpables y reproches en lugar de arrimar el hombro…y eso también hay que gestionarlo por mucho que duela.
¿Pensáis que solo los adultos tenemos duelos que superar? ¿Cuántos pensáis que les toca elaborar a nuestros hijos?
Nuestros hijos tienen que elaborar el duelo por la pérdida de la familia biológica.
Nuestros hijos tienen que elaborar el duelo por la pérdida de su entorno, fuera el que fuera (orfanato, centro de acogida, familia de acogida, voluntariado, etc.) en el momento que llegamos nosotros. Que sí, que para nosotros fue un día maravilloso, pero para ellos….fue perderlo todo.
Nuestros hijos tienen que elaborar el duelo por no ser ese hijo “idealizado” que perciben perfectamente que esperábamos.
Nuestros hijos tienen que hacer el duelo por no parecerse a nosotros, ni al abuelo, ni a la tía…cuando se miran al espejo.
Nuestros hijos tienen que hacer el duelo por su cultura, su país, por no criarse allí cuando es una adopción internacional.
Nuestros hijos tienen que hacer el duelo por la familia que ellos anhelaban, y que quizá tampoco es exactamente como somos nosotros, cuando la adopción se hizo ya a una edad suficiente para que se hubieran hecho una idea propia de lo que querían.
Nuestros hijos tienen que hacer el duelo por esas capacidades que van viendo que no tienen: académicas, sociales, deportivas….y que les hubiera gustado tener porque quizá nosotros sí tenemos y les recuerdan que no las han heredado.
Y luego estarían los duelos de la familia biológica, no me olvido de ellos, pero no me atrevo a dar una opinión sobre unas circunstancias que desconozco por completo y que habrá tantas situaciones, tantos duelos, como familias.
Hace unos días, asistí a una charla online que daban Alma Serra y Carlos Odriozola sobre el duelo y el proceso M.A.R. y voy a intentar traducir los “5 puntos de elaboración del duelo” que Carlos explicaba de manera amena y didáctica, a estos duelos que nos toca procesar, a unos y otros, como familias adoptivas:
1- Aceptación: Se trata de asumir e integrar lo que hay. Hay situaciones que son irreversibles y debemos aceptar unos y otros que van a ser así. Si en mi familia somos muy altos, y a mi hijo le encanta el baloncesto, por mucho que rabie por no medir 2m, como miden sus tíos, no va a crecerlos porque su genética es otra. Podrá ser base, o un buen alero, o ser un buen entrenador….pero tiene que aceptar lo que es.
Por nuestra parte, si nosotros éramos de los primeros de la clase, y nos medíamos con los compañeros a ver quien sacaba más sobresalientes, y ellos tienen dificultades académicas y les va justo para aprobar o incluso hay que buscar caminos alternativos en su formación…por más horas que echemos a intentar convencerles de lo importante que es su formación académica, no lo van a ver como nosotros porque no se sienten como nos sentíamos nosotros, muy al contrario, estamos haciendo su duelo más intenso al ver que no son lo que esperábamos.
2- Rabia, dolor consecuencia de que la pérdida ha ocurrido.
¿Qué sucede cuando hemos vivido una infancia más o menos normalizada y, de repente, en la adolescencia, hay una explosión intensa de rabia por lo que han perdido, por no identificarse, y cargan esa rabia contra nosotros y el entorno? Pues que toca hacer el duelo, a ambas partes, por el niño que ya no son y acompañar, de la mejor manera posible, ese duelo explosivo.
¿Qué sucede cuando un hijo adolescente decide salir de la convivencia familiar (o se decide su salida terapéutica) y se tiene una sensación honda y dolorosa de que se ha perdido? Aunque la vida es más larga y hay tiempo para acompañar eso y ver si puede desembocar en una vida adulta satisfactoria.
3- Identificación y saneamiento de los sentimientos de culpa.
¡Ay, la culpa! Que carga más pesada para la mochila de cada uno…nosotros nos sentimos culpables por los múltiples “¿Y si…?” que rondan en nuestra mente:
¿Y si no le hubiera forzado tanto en el colegio? (Cuando te has dejado llevar por las exigencias del sistema escolar y ves una seria retraumatización en el chaval, o ansiedad, o depresión por no llegar)
¿Y si hubiera estado más pendiente de las necesidades de la pequeña y no solo del mayor? (Cuando hay uno más demandante y otro más adaptativo)
¿Y como no me di cuenta de las señales de que estaba mal? (en el caso de autolesiones, por ejemplo)
En momentos de desesperación, cuando las cosas se ponen mal y nosotros no tenemos elaborados nuestros propios duelos, nuestras propias pérdidas y nos cuesta renunciar a tantas y tantas cosas que hay que renunciar en ciertos momentos, también podemos caer en echarles, calladamente, en nuestro fuero interno, la culpa a ellos por la dificultad en la que nos vemos metidos, la exclusión social, las dificultades con la familia extensa cuando las hay….
¿Nunca os ha asaltado una vocecilla que dice: Quien me mandaría a mí?
Y ellos, muchas veces, pocas son capaces de verbalizarlo, cargan con la culpa de que algo malo hicieron para que las personas que los debían haber cuidado y protegido, los abandonaran o no lucharan lo suficiente por ellos.
La culpa, cuando es mía, provoca un castigo hacia mí mismo, un sentimiento de haberlo hecho todo mal, de no saber donde te has equivocado, de no haber sido suficiente para ellos, o no suficientemente terapéutico, o no suficientemente lo que sea….
Y la culpa, cuando es hacia el otro, provoca rencor. Por eso, en ocasiones, nos atacan como nos atacan, nos hacen culpables de su desasosiego, de su no saber qué les está pasando, porque no encajan en tal o cual ambiente, porque se sienten rechazados por unos y otros…
Entonces, a veces, surgen los ¿Para qué me adoptaste? ¿Por qué no me pude quedar con ellos?
Hay que buscar recursos para salir de esta sensación de culpa, sobre todo nosotros que somos los adultos y tenemos que “limpiarnos” bien para poder acompañarles a ellos.
Como decía Carlos Odriozola “Todos somos mitad hijos de Dios y mitad hijos del diablo” , vamos que nadie es perfecto y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra, y tenemos que mirarles y mirarnos con las gafas del AMOR que nos llevan a la compresión y el perdón de las situaciones por las que hemos tenido que pasar unos y otros.
Contó una anécdota que me recordó a algunos de nuestros chavales, de esos que llegan más heridos a la adolescencia, o a otros momentos vitales, y traen de cabeza a las familias por sus reacciones.
Dice que iban 2 muchachos andando por una carretera y encuentran un perro herido. Deciden curarle y darle de comer y, una vez asistido, el perro se revuelve y muerde a uno de ellos. El otro muchacho exclama: ¡Qué perro tan desagradecido, después de lo que hemos hecho por él !
Mientras que el chaval que le había curado le explica ¿No ves que está herido y asustado? Por eso reacciona así. Eso es mirar con las gafas del amor.
4- Agradecimiento
En cualquiera de las situaciones que nos va enfrentando la vida, por difíciles y complicadas que sean, podemos encontrar motivos para el agradecimiento
Agradecimiento por los aprendizajes
Agradecimiento por los buenos momentos vividos
Agradecimiento por el aire, el sol y la vida de cada día que nos da una nueva oportunidad de empezar
Si hacemos un ejercicio de agradecimiento diariamente….parece magia, pero nuestra actitud cambia.
“Se puede vivir como si los milagros no existieran…o como si cada día fuera un milagro” (De la película “Un milagro del cielo”)
5- Programación para el futuro
Que todo lo vivido y lo aprendido nos sirva para revertirlo en algo bueno: en apoyar a otras familias que empiezan, en participar en grupos de padres para generar red, cada uno podemos encontrar la manera de devolver al mundo en positivo todo lo que hemos aprendido.
Gracias a Alma y a Carlos por la charla, y espero disculpen mi atrevimiento en esta especie de traducción simultánea que he hecho respecto al duelo en la realidad adoptiva.
Si a alguna os interesa su charla, la original, la tenéis en el canal de Youtube de Carlos Odriozola.
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"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"