Poco a poco, vamos avanzando en la desescalada y nuestras Glauka retoman su viaje…
Después de vivir la infancia con la alegría de una campanilla, al llegar la adolescencia, Glauka había cambiado su vestido rosa y malva, lleno de brilli brilli por un vestido negro lleno de púas.
Era su manera de protegerse del dolor que sentía…atacar primero, defenderse, ser “borde”, dura, incluso agresiva.
No dejar que vieran su corazón roto.
Casi todo en la vida tiene un precio y este nuevo vestido salía caro.
El precio es no mostrarse, que no sepan, que no noten, que no me conozcan…y lo que sepan que sea para mal, para que no se metan conmigo, para tener una reputación de “chica dura”.
“Macarras” se llamaban en mis tiempos, supongo que esa palabra habrá quedado en desuso en esta generación, como tantas otras…y ahora son “chungos”.
Ser “chunga” cara a cara, decirle cuatro cosas a otro, un empujón y algún puñetazo que se han dado toda la vida los chavales en las calles, al menos los más “macarras”, no traía mayores consecuencias que la reprimenda de tus padres si quedaban “señales”, pero estamos en la era de las RRSS y ahí, todo queda por escrito, todo se magnifica porque se captura, se comparte, se distorsiona, se saca de contexto…y, cuando la amígdala estalla, la contención no suele ser la mejor de sus virtudes.
Yo observo, por lo que les escucho, que los roles siguen siendo los mismos, aunque ahora se llamen de otra manera, pero lo que ha cambiado radicalmente es como los manejan y como se resuelven.
¿Desde cuándo esta manía por judicializarlo todo?
¿Por qué un encontronazo entre 2 chavales de la misma edad no lo resuelven entre ellos, dándoles las herramientas desde casa, que además son los que saben de donde viene la “guerra”?
Glauka no soporta la injusticia, la pone en el disparadero, su amígdala literalmente explota.
Un chaval había ofendido reiteradamente a una de sus mejores amigas (una chavala muy vulnerable) y ella intervino, le dijo de todo menos bonito y le amenazó con no sé cuantas cosas de esas que se dicen cuando no piensas.
Él, que había sido muy gallito para ofender a la amiga vulnerable, corrió a las faldas de su madre y esta, en lugar de indagar y construir, decidió perseguir a Glauka, coaccionarla, devolverle las amenazas y denunciarla.
Y así tuvo su primer contacto con Menores y con un sistema judicial injusto.
No importaba el porqué ella había dicho lo que había dicho, no importaba que una persona adulta la hubiera acosado y coaccionado, lo que había dicho estaba mal y había que trabajar “SOLO” eso ¿de verdad?
Ella no podía entenderlo, y seguía acumulando dolor y rabia, pero se plegó a las exigencias del educador y cumplió con todo lo que le pidieron, disculpa pública incluida.
Caso ¿cerrado?.
No, eso es como curar un absceso en falso…toda la infección sigue dentro.
Para reparar un poco la autoestima de Glauka, su familia decidió denunciar a la adulta que la había estado acosando y coaccionando porque sentían la necesidad de que ella supiera que, al menos ellos, entendían su frustración y su rabia.
Y volvieron a verse las caras con la ¿justicia?.
En un juicio se puede mentir descaradamente, justo lo que le habían dicho a ella que no debía hacer, pueden llegar y decir con cara de circunstancias que ellos tenían la mejor de las intenciones.
Y entonces conectas con esa rabia y esa frustración que creías producto de la inmadurez adolescente y sientes que, en algún lugar de ti, aunque no te hayas enterado hasta ahora, también habita una “macarra”.
Muchos de nuestros hijos utilizan estar herramientas de protección, ponerse una máscara, una coraza para no mostrarse, para intentar que no los dañen.
Muchos de nuestros hijos tienen la autoestima por los suelos, en parte, por un sistema escolar que no los ha sabido ver, en parte por su adversidad temprana.
Muchos de nuestros hijos pasan una adolescencia convulsa porque no tienen espejo biológico, porque en su cabeza bullen miles de preguntas sin respuesta, porque en cada celebración y en cada escenario están pensando que tienen otra familia en algún lugar de la que no saben nada.
Muchos de nuestros hijos son excesivamente adaptativos por encontrar un lugar entre sus iguales y sentirse aceptados, a menudo, en entornos no demasiado sanos porque se sienten más cómodos allí.
Cuando nuestros hijos llegan a la adolescencia llevan años cuestionados por un sistema escolar injusto porque no ha sabido ver sus necesidades reales, y atenderlas.
Si se topan con el sistema judicial (aunque sea por pequeñas cosas), tampoco se les mira, ni se les atiende, ni se les repara…
Es muy injusto que fuera todo sea tan hostil para ellos, así que debemos tener muy claro que solo nos tienen a nosotros para reparar, para sanar, para contener, para acompañar…solo nosotros podemos conectar con su dolor, con su rabia, con su frustración y enseñarles y ayudarles a gestionarla por difícil que sea.
Se trata de que nuestras Glauka sigan su viaje con el viento un poco a favor, sin tantas tempestades.
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