Como ya os he comentado en alguna otra ocasión, soy muy crítica con el sistema educativo.
No con nadie en particular, he encontrado en mi periplo personal, excelentes, buenos, malos y pésimos profesionales, tanto en la pública como en el concertada (y me consta que es igual en la privada aunque a mí no me haya llegado la economía, ni las ganas, para comprobarlo).
Y, como no podía ser de otra manera, eso se está reflejando en esta atípica vuelta al cole del curso 2020/2021.
Llevo todo el verano pendiente de las publicaciones de medios más y menos profesionales sobre la vuelta al cole, sobre lo que habría que hacer y lo que no al principio, sobre lo que es más y menos importante….y parece que todos los profesionales, al menos los que hablan un lenguaje que a mí me “resuena” (Mar Romera, Tonucci, César Bona y tantos otros) ponían el foco en aprovechar el momento para darle una vuelta a la escuela, para hacer una reforma a fondo del sistema educativo, para atender lo que de verdad importa (y el aprendizaje y los contenidos vendrán por añadidura) pero no debían estar ninguno de ellos entre los comités de expertos que han gestionado la crisis porque veo poco, por no decir nada, de sus ideas (habrá honrosas excepciones, seguro) en las medidas que se están tomando.
Y no las veo en las medidas que se toman para los niños y tampoco en las que se toman para los adultos que estarán a su cargo en este difícil curso.
Se les llena la boca diciendo que hay que hacer una escuela “sistémica” que englobe al profesorado, a los alumnos y a las familias, pero en una crisis que está siendo sanitaria, económica y también emocional, creo que ninguna de estas variables se está teniendo en cuenta en este momento, eso sí, es totalmente sistémica porque no tiene en cuenta al profesorado, ni a los alumnos, ni a los padres.
Por fin, han conseguido que todos estemos igual, igual de mal.
No tengo ningún conocimiento sanitario, sí económico, pero no es el caso que me ocupa ahora, así que me centraré en analizar la parte emocional.
Después de todos estos meses (y ya van 6) de realidad distópica, de confinamientos, aislamientos, idas y venidas de las fases, distanciamiento social, mascarillas, etc.
¿Qué tal van nuestras emociones ?
¿Por dónde anda el miedo, la incertidumbre, la ansiedad, la tristeza, la rabia?
Porque yo debo reconocer que las mías, y los de mi entorno, van regular, bastante regular, por más consciente que sea de ellas y por más consciencia que ponga en mirarlas, aceptarlas y relacionarme con ellas.
El otro día, despidiéndome de mi peluquera, después de un cambio de imagen radical, después de una conversación intensa sobre nuestras respectivas realidades, fuimos conscientes que esta “pandemia” que nos impedía darnos un abrazo, un beso, nos estaba afectando emocionalmente bastante más que cualquier otra cosa.
Si después de relatar una enfermedad que te está cambiando la vida, que te hace enfrentarte y tener que aceptar realidades duras, se te saltan las lágrimas cuando sientes que no puedes darle un abrazo a tu peluquera…es que estás muy “tocada”.
Cuando tu hijo de 17 años se acerca a darte un beso (con lo escasos que van los besos a esa edad) y tu respuesta es: “no te acerques tanto” porque de repente te has convertido en grupo de alto riesgo y él, como es normal, sale con sus amigos y te provoca si no miedo, sí precaución…y acto seguido se te saltan las lágrimas y le explicas cuanto le quieres y cuanto necesitas esos besos y sus abrazos (sus 17 años son 180cm de claval con cuerpo ya totalmente de hombre) pero que el puñetero Covid no te deja acercarte a él….pues es duro.
Leo a padres que han dejado a sus hijos en el cole, el primer día de clase, y se han alejado de allí con lágrimas en los ojos, porque tienen miedo de lo que suceda, son niños, no puedes estar seguro de que van a cumplir las normas; otros que han optado por no llevarlos por miedo al contagio, de los peques o de otros familiares de riesgo, porque no ven claras las medidas de seguridad que los equipos directivos están implementando como pueden; y otros que quieren confiar, que creen que es más importante la socialización que cualquier riesgo que se pueda correr en el cole o que no se pueden permitir “perder contenidos” tanto tiempo….
Así que todo esto me lleva a pensar que las emociones que manejamos los padres están capitaneadas por el miedo (unos tienen más miedo a la enfermedad y otros más miedo a la pérdida académica); que ese miedo se traduce en rabia y que esa rabia la vomitan en redes en forma de queja, de crítica, de ataque a los que no opinan como ellos; y que nadamos, con más o menos éxito, en un mar de incertidumbre con olas muy, muy altas.
Y, por supuesto, hay familias que además están lidiando con la pérdida del empleo, problemas económicos importantes como consecuencia de la crisis económica, el duelo por la pérdida en las peores circunstancias posibles de algún familiar o amigo….demasiadas cosas.
Me cuentan de niños que han empezado el primer día de cole y han entrado y salido contentos, de momento; de niños que han salido llorando porque se han encontrado una realidad muy distinta de la que dejaron en marzo (por ejemplo los que salieron de infantil, con todo lo que esa etapa conlleva y se han encontrado en primaria con otros compañeros en clase, otra tutora, distancia, mascarillas, amigos lejos, menos patio….); de niños que no quieren ir, que tienen miedo, algunos miedo por ellos y otros miedo porque han interiorizado la posibilidad de contagio y tienen enfermos o abuelos en casa…
Así que detecto también en los niños miedo, incertidumbre, confusión.
Siempre decimos que ellos tienen una enorme capacidad de adaptación, sí, pero cuidado…porque la huella queda.
Y también lo están expresando de distintas maneras que tenemos que saber ver, conectar y atender.
Todas tenemos experiencia de que nuestros hijos, que han venido de realidades muy duras, se han adaptado a nosotros, a la familia extensa, al colegio….pero también sabemos que todo ha ido dejando un poso que luego va saliendo en las distintas crisis de crecimiento y, sobre todo, en la adolescencia, cuando van forjando su identidad
¿Cómo afectará esta realidad que estamos viviendo en nuestros hijos y en todos esos niños que se están adaptando a situaciones que no acaban de entender?
Mi sobrino de 6 años me decía el otro día que no quería ir al cole aunque llevaba todo el verano sin ver a ningún amigo “solo a Pablo por el teléfono” y ahora llega allí y lo sientan lejos de sus amigos, no puede moverse, se tiene que relacionar con mascarilla, no puede compartir nada….pues bueno, ya iremos viendo por donde sale todo esto, pero habrá que estar muy al tanto….
No olvidemos tampoco que, en estos meses es posible que se hayan enfrentado por primera vez en sus vidas a la pérdida de un abuelo, o de algún otro familiar y también hay que acompañar esos duelos.
Es posible que la situación económica de la familia también haya cambiado, que alguno de la familia haya perdido el empleo, y todo, todo, va dejando su huella en ellos que sí se enteran de lo que sucede a su alrededor.
Y he dejado para el final los profesores, porque al igual que pasó con los sanitarios en su momento, acaban de pasar a primera línea sin más ayuda que su vocación (el que la tenga, que de todo hay), su voluntad y su creatividad.
Tengo docentes muy cerca en mi vida, que han estado todo el verano cuidándose y cuidándonos, y que ahora están atendiendo a bebés de 3 años que entran por primera vez al cole, pobrecicos míos, que primera experiencia escolar más horrible, a los que no pueden abrazar aunque lloren por haberse quedado allí solos, a los que no pueden coger en brazos como hacían otras veces, con los que apenas pueden conectar.
Me decía esta maestra ayer: “es que yo no puedo hacer así mi trabajo, mi trabajo es acogerlos, integrarlos, tranquilizarlos….y no puedo hacerlo en estas condiciones”
Además de que no sabe cuanto va a poder aguantar con esta situación sanitaria (si hay un positivo van todos a casa) yo tampoco sé cuanto va a poder aguantarlo emocionalmente, porque ya está somatizando la tensión que hace.
Tumbó boca abajo sobre sus rodillas a uno que no paraba de llorar para darle un masaje en la espalda hasta que se tranquilizó y se bajó un poco la mascarilla, en la distancia, para que otro peque que estaba a punto de echarse a llorar la viera sonreír y se tranquilizara…pero son 21 en su primera semana de cole…y os recuerdo que hay que lavarle las manos a todos al menos 5 veces a lo largo de la mañana.
¿Quién está atendiendo estas emociones?
¿Quién está gestionando todo esto y las consecuencias que va a traer?
Porque tirarte en el sofá de tu casa a llorar y comer helado en plan película americana, vale para un día…pero esto hay que buscar ayuda si no se puede manejar bien.
Tengo una sobrina con un sentido del humor muy ácido que dice “nos está quedando un medievo precioso” pues medievo no sé, pero nos está quedando una sociedad emocionalmente muy tocada: primero fueron los sanitarios, y otros gremios que estuvieron al pie del cañón, en lo más duro de la pandemia; y ahora les está tocando a los profesores y, por extensión, a las familias que tenemos hijos en edad escolar.
Porque el virus será más o menos peligroso, la pandemia tendrá la curva más o menos aplanada, pero las emociones que nos despierta, el como nos relacionemos con ellas, y las consecuencias que tengan en nuestro desarrollo y en el de nuestros hijos, lo vamos a estar pagando durante mucho tiempo.
Así que, por favor, atendamos lo importante. Aprender los colores, a escribir, a leer, donde está Cuenca, las ecuaciones de 2º grado, el sistema digestivo…hay que aprenderlo, sin duda, pero puede ser este año, al que viene, más deprisa o más lento pero lo que se nos queda grabado en el alma, en forma de emoción, de somatización, de creencia, eso nos va a acompañar toda la vida y eso más que importante es VITAL.
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