Hay una frase que me gusta mucho que dice: “Es mejor tener paz que tener razón”
Y esta foto me da la razón en lo importante que es buscar la paz.
Por eso la he elegido.
Está hecha muy cerca de casa, en el Galacho de La Alfranca, no había estado nunca, y ahora, buscando rutas para caminar nos hemos encontrado con una zona preciosa, boscosa, con muy poca gente en la que, tan solo paseando, puedes encontrar la paz.
Hoy vengo a hablaros de las creencias limitantes.
Son esos pensamientos que alguien grabó a fuego en nosotros en nuestra infancia y que tenemos como verdades absolutas.
La mayor parte de las veces nos dejamos llevar por ellas inconscientemente cuando tomamos una decisión, cuando nos aflora una emoción y, casi siempre, cuando reaccionamos a todo lo anterior.
Os confieso que, cuando veo el desorden en la habitación de mis hijos adolescentes, algunas de mis creencias limitantes toman el mando de mi cerebro, y tengo que hacer verdaderos esfuerzos para que mi reacción no genere un conflicto importante.
Aun así, aunque la mayor parte de las veces consigo controlar mi reacción para no acabar en bronca, me perturba muchísimo ver tazones junto con material de trabajo, un paquete de galletas, ropa donde deberían estar las zapatillas, o sea, en el suelo, y viceversa….las zapatillas pueden estar en cualquier otro lugar.
Los que tenéis hijos adolescentes, sabéis de qué os hablo.
Dicen, que el caos externo manifiesta un caos interno, por tanto, entra dentro de la lógica que los adolescentes sean caóticos, puesto que su cerebro está en continuo cambio, su cuerpo está en continuo cambio, sus hormonas están revolucionadas…
¡Cómo para poner orden en la habitación!
Al menos esa no es su prioridad.
Lo hacen, si se lo pides unas mil veces, pero después del esfuerzo que hacen para dejarla “visible” te das cuenta que, al poco rato, la habitación ha vuelto por sí misma a su estado natural, es decir, al caos absoluto.
Para mí, y me consta que esto no es así para otros adultos, que no es una cuestión de edad, el orden es imprescindible, me desestabiliza el desorden, no puedo hacer nada si una habitación no está mínimamente ordenada.
Tengo que recogerla antes de ponerme a hacer cualquier tarea.
Me recuerdo siendo así siempre.
No recuerdo siquiera ser una adolescente desordenada.
Entre mis padres, el orden era como un caballo de batalla por las distintas necesidades de ambos, y supongo que asumí como verdad absoluta, la creencia de aquel al que más tenía que adaptarme para sentirme segura…no sé, pero el caso es que el orden es como una necesidad vital para mí y algo en mi cerebro cree que, si no eres ordenado pueden caerte, por lo menos, un par de plagas.
¿Y entonces qué tengo que hacer?
¿Seguir perpetuando en mis hijos a base de enfrentamiento y exigencias esa misma creencia que anida en mí, o dejar que ellos vayan moldeando su propia naturaleza y se den cuenta, por su propia experiencia, que se vive más a gusto en un entorno ordenado?
O quizá ellos no, quizá ellos no lo necesiten como yo para sentirse a gusto….
Si yo fuera capaz que aún estoy lejos de serlo, de ver una habitación totalmente revuelta y seguir con mi vida sin que me diera como una punzada por dentro….tendría más paz interior.
Si no juzgara a mis hijos negativamente por ello, y me lo tomase con humor, tendría más paz interior.
Si les dejase ver y sufrir en carne propia las consecuencias de su propio caos, sin intervenir, tendría más paz interior.
No significa “pasar”, no significa despreocuparse y que te dé igual como está su habitación, se trata de elegir conscientemente como reaccionar ante una realidad que está ahí y que me perturba porque mis creencias, mis pensamientos, la voz de mi ego creyendo que las cosas solo están bien si están como yo creo que tienen que estar, toman el mando.
Se trata de elegir tener paz, sobre todo paz interior, pero también paz en casa, paz familiar, que ellos se sientan vistos y respetados en la realidad que les toca vivir, y asumir, y aprender en este momento.
Se trata de reflexionar qué es lo que más nos conviene para tener una buena convivencia y una buena relación a largo plazo.
Y he tomado el ejemplo del orden y de la habitación pero se puede extrapolar a otras realidades por las que pasamos con ellos diariamente…y en las que también nos toca hacer esta elección entre tener paz y todo lo que ella implica de convivencia, comunicación, etc. o tener razón y que reine el orden o lo que sea que nosotras queramos que triunfe.
Descarga GRATIS la guía:
"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"
Gracias Amparo, me has puesto a pensar. Preferir la paz en casa, surge de enfrentar una guerra interior para dejar de lado o cuestionar mis creencias limitantes.
Así es Mónica. Es una guerra interior porque es muy difícil erradicar esas creencias nuestras (unas más limitantes que otras) o bien nuestras propias necesidades que no son las suyas. Yo sigo debatiéndome cada día entre lo que YO considero que es lo mejor para ellos, que me tendría en una batalla continua porque ellos no sienten ahora esa necesidad (por ejemplo de orden en su habitación) y lo que REALMENTE es mejor para ellos, que podría ser dejarles el espacio para SER y DECIDIR por sí mismos que quieren para ellos. Mi hija, por ejemplo, un día después de recoger la habitación que, desde mi punto de vista estaba inhabitable, nos dijo: “Por favor, no me dejéis que esto vuelva a estar así que a mí se me va de las manos y es una guarrería” pero luego, cada semana, cada vez que tocamos el tema ella se atrinchera en que es su espacio y que ya lo hará, y luego cuando por fin lo hace, se le ve la cara de satisfacción…Si te dijera que no me cuesta, mentiría. Si te dijera que muchos días no caigo en recriminárselo, mentiría… pero ser consciente del camino que vamos recorriendo todos es lo que a mí me parece más importante porque un día es el orden, pero otros días son otras elecciones de vida que ellos tienen que ir haciendo y que no siempre van a coincidir con nosotros.