Cuando nos acercamos al mundo de la adopción, hay una cosa que debemos tener clara: nos postulamos como familia para un menor en situación de abandono.
¿Qué es lo mejor que tenemos para ofrecerle a ese menor que va a ser nuestro hijo? Una familia.
Luego, cuando el menor llega a casa, se produce una auténtica revolución a todos los niveles: emocionales, de organización, de tiempo…y nada, absolutamente nada, vuelve a ser como antes.
No os quiero ni contar si llegan varios hermanos juntos.
Y, de repente, cada uno de los miembros de la pareja, se descubre en un nuevo rol, en el que se desconoce, aún si en el mejor de los casos se conocía previamente como persona o era consciente de su rol dentro de la pareja.
Y sí, lo siento por mis seguidoras monoparentales pero este artículo va más dirigido a las parejas porque son las que se pueden llegar a romper en el oleaje de la tempestad que se desata con la adopción.
Muchas parejas creen que están totalmente de acuerdo en embarcarse en esta aventura, y lo están pero, cuando llega el momento de la verdad, cuando el hijo no es ya una idea imaginaria, cuando no es lo que habíamos idealizado o soñado, sino que es real, y llora, y no duerme, o duerme en medio de los dos, cuando vienen ya con voz propia, y contestan, y se rebelan, y no hacen caso, y todo se convierte en un caos….y sientes que todo tu mundo anterior se tambalea, pueden aparecer las dudas sobre si lo estás haciendo bien, y también, porque no decirlo, sobre si eso era lo que realmente queríais.
Es posible que uno de los dos se haya formado más, haya buscado más información, esté más preparado psicológicamente para lo que están viviendo.
Es posible, incluso, que uno de los dos estuviera más convencido que el otro del paso que iban a dar.
Es posible que una de las 2 familias extensas, o las dos, vengan a echar leña al fuego que, en pequeñas o grandes discusiones, empieza a fraguarse en la convivencia.
Es posible que uno de los dos haya trabajado más los duelos que había que hacer antes de que llegase el menor a casa, ese que es tu hijo para siempre pero que quizá dista mucho de ser lo que habíais soñado juntos cuando hablabais de ser padres.
Luego, esos niños llegaron y nos convencimos de que era un problema de adaptación, de un tiempo, de que cada uno fuéramos encontrando nuestro sitio, pensamos que volvería la calma pero….los niños crecen, como diría mi madre, los problemas también: a veces en el cole, a veces en el entorno, a veces se van descubriendo cosas que al principio no se vieron….y poco a poco va llegando la adolescencia y, los que ya han pasado por ahí, y los que estamos ahora embarrados en ella, sabemos que es un momento difícil, en el que hay que estar ahí más que nunca pero que te quieren lejos, en el que te dicen cosas que creías que no llegarías a oír nunca, que no saben lo que quieren ni quien son y lo pagan con quien saben que lo va a aguantar todo y con quien tienen más confianza….NOSOTROS
Pero NOSOTROS, tenemos que seguir siendo ese nosotros fuerte, un muro de contención que es capaz de aguantar el tsunami, la avalancha y lo que venga, que nos tienen que ver juntos a la hora de tomar decisiones, de acompañar, de ofrecer resistencia a su rabia, a sus gritos o a su lo que sea.
Tienen que sentir nuestro amor incondicional y sin fisuras hacia ellos y entre nosotros, a pesar de que no siempre estemos de acuerdo con todo.
Porque si ven que cada uno tiramos para un lado, que nos ponemos uno en contra del otro como si tuviéramos que proteger al hijo de las desavenencias con el otro, si ven que pueden venirnos con cuentos para enfrentarnos….solo vamos a generarles inseguridades a ellos y, además, nos vamos a jugar la relación entre nosotros, y esa familia que teníamos que ser para ellos, se va a resentir y la vamos a poner en peligro.
Ser padres no va a ser fácil, las familias adoptivas además tenemos que manejar situaciones y emociones que en otras familias ni se imaginan…por eso hay que fortalecer los cimientos tanto como podamos, para que el edificio aguante las tormentas que han de venir.
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"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"
Estoy totalmente de acuerdo en fortalecer los cimientos. Nuestros hijos llegan y lo mueven todo, con tanta fuerza que las vigas de la estructura pueden llegar a temblar. Por eso, pienso y siento que nuestros cimientos, nuestra estructura tiene que tener en un punto de flexibilidad alto (como ocurre con los edificios japoneses) para poder permanecer en pié ante el tsunami que comentas.
¡Cómo me gusta el símil de los edificios japoneses! Así es, hay que ser flexibles para aguantar el terremoto, el tsunami y lo que venga.
Y buscar la manera de fortalecer la estructura familiar como pareja, aunque no siempre se esté de acuerdo, aún cuando haya diferencias.
Gracias por tu valiosa reflexión.