Parece que, con la vacunación, vamos saliendo del túnel de la pandemia aunque, por mi parte, soy prudente antes de echar las campanas al vuelo.
Es una situación atípica, que no habíamos vivido nunca y en la que cada uno hemos sobrevivido con las herramientas que teníamos y de ahí que haya posturas tan enfrentadas, desde los negacionistas, hasta los que la han vivido con pavor.
Yo personalmente pasé a ser grupo de alto riesgo en medio de la pandemia, con un tratamiento que me bajaba las defensas y con los médicos advirtiéndome del riesgo que corría.
Convivo con mis 2 hijos adolescentes a los que no quería cortarles las alas más allá de lo que exigía la situación general, y con mi marido que afortunadamente no ha dejado de trabajar por dedicarse a una actividad de las denominadas esenciales.
Así que me tocó aislarme, y mucho.
No tuve miedo, o eso me parecía conscientemente, pero sí mucha prudencia.
Bueno, en casa hubo momentos de aislarnos todos, si había habido algún contacto “de riesgo” (un cliente con el que hubiera estado mi marido, un compañero de equipo de mi hijo, alguna amiga de mi hija….)
El otro día fui, por primera vez después de todo esto, a comprar a un supermercado, uno pequeño que tengo cerca de casa, no había ido desde el verano pasado.
Al llegar a la puerta, no pude evitar frenarme en seco, y echar un ojo dentro a ver cuanta gente había, antes de aventurarme a entrar a comprar.
Estaba prácticamente vacío, y entré a comprar algunas cosas, algo rápido.
Enseguida me vino a la mente este pensamiento…
¿Volveré a entrar sin mirar en un supermercado, sin frenarme?
¿Volveré a pasear por la ciudad sin agobiarme cuando veo que hay demasiada gente alrededor?
¿Me volveré a sentar en una terraza sin valorar como de cerca están unas mesas de otras?
Y entonces fui consciente de como y cuanto nos había afectado, al menos a mí, esta situación tan distópica que hemos vivido, y que nos ha dejado una huella de “trauma”, y la desconfianza que eso me había generado al afrontar situaciones que, en otros momentos, en otras circunstancias, serían absolutamente normales y para nada peligrosas.
De repente, en esta argumentación, vi reflejada la situación de muchos de nuestros hijos que han vivido situaciones de miedo, de peligro, de abandono, que han sufrido adversidad temprana, y que están continuamente en alerta, que desconfían hasta de nosotros, que les cuesta relacionarse con sus iguales….nos parece que deberían confiar, y adaptarse, y vivir tranquilos porque ahora ya estamos nosotros ahí para protegerlos y caminar a su lado, pero….es que volver a confiar no es tan sencillo, se te queda la huella del miedo grabada en la piel y en el cerebro, y este reacciona a la defensiva aunque tú sepas que ese peligro ya no es real.
Así que mucha paciencia con nosotros, y con los tiempos que cada uno necesite para volver a la “normalidad”, y muchísima paciencia con ellos, que llevan en su memoria implícita una huella indeleble del miedo que pasaron, y que reaccionan muchas veces de manera inadecuada para manejarlo.
Descarga GRATIS la guía:
"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"