¿ A cuántas de vosotras os han dicho que nuestros hijos se habrán olvidado de su adopción porque eran muy pequeños?
¿O por qué ya ha pasado mucho tiempo de aquello?
Hace unos años me argumentaban esto el tutor y el orientador del instituto de mis hijos y yo les rebatía diciendo: Hay adultos a los que les abandona una pareja y no se recuperan de ello en la vida, y unos bebés indefensos, abandonados por las personas que deberían haberles protegido ¿Se van a olvidar de lo que pasó?
Me miraron con cara de póker y no sé si caló algo en ellos porque su argumento es que los bebés no se acuerdan…pero ahí está la memoria implícita, el trauma que se manifiesta en el cuerpo para no dejarles olvidar nunca ese “sentir” por todo lo que pasaron.
Ayer leía en las redes de Vandita García Garrido (@lamochiladevandi), a la que os aconsejo que sigáis si aún no lo hacéis, una maravillosa reflexión invitándonos a “sentir” la tragedia que están viviendo los habitantes de la isla de La Palma con la erupción del volcán:

(del muro de Vandita García Garrido)
No sé si nos ponemos a menudo en su piel y en estos sentires antes de decir que se les olvida…
Hace unas semanas leía una noticia, según la cual parece ser, que habían abandonado a una bebé de 2 años en la puerta de casa de sus tíos.
Según la prensa, los padres habrían dejado a la niña en la puerta, pero los tíos no se querían hacer cargo tampoco de ella y la habían dejado en la calle, hasta que una vecina intervino y llamó a los servicios sociales que estaban investigando el caso.
En los comentarios a la noticia, había una señora que decía: “Menos mal que siendo tan pequeña se le olvidará” y, aunque no me gusta intervenir en debates abiertos, algún resorte saltó dentro de mí y sentí la obligación de contestarle y explicarle que no, que no se olvida, más que nada por aquello de crear consciencia en la sociedad de las dificultades de los niños que sufren adversidad temprana, aunque sean muy pequeños como era el caso de esta niña.
Recuerdo que le argumenté que hay una memoria implícita en la que todo eso queda grabado, que el trauma sigue ahí, que el abandono causa una herida difícil de reparar y me exponía aclarando que era madre adoptiva y sabía de lo que hablaba por la huella que su historia, aún siendo muy pequeños, había dejado en mis propios hijos, que se sabía poco de esto y que era bueno que se tomara consciencia.
Pues bien, cual sería mi sorpresa cuando me contestó: “Yo también soy madre adoptiva”
Como diría mi prima Marta….”Mátame camión”
Algo dentro de mí comenzó a hervir casi casi como el magma de La Palma y, sujetándome los machos, que es una expresión muy de mi tierra, le contesté intentando ser lo más respetuosa posible: “¿Y en serio usted cree que sus hijos han olvidado lo que sufrieron por muy pequeños que fueran?”
Igual es que yo soy muy de sensaciones, pero hay veces que una canción, un olor, un comentario, una foto…me remonta a experiencias de muchos años atrás, que ya creía casi olvidados y hace que se me ponga piel de gallina, o hace resbalar una lágrima inesperada, o me deja un rato el cuerpo del revés.
Si alguien en ese momento, minimizara la importancia de esos sentires míos….la verdad es que mi reacción no sería muy amistosa y, si lo llega a ser, será por la madurez y el autocontrol que dan muchos años de trabajo personal, no porque no me sienta agredida en mi yo más íntimo.
Así que me parece imprescindible que, al menos los padres adoptivos que tenemos que estar ahí para acompañar en todo momento a nuestros hijos, seamos conscientes de como y cuanto les afectan sus experiencias en los primeros años de vida, e incluso durante la gestación y que, de paso, creemos consciencia en nuestro entorno, en nuestros comentarios en redes, cada vez que tengamos ocasión, de cuanto dolor hay detrás de esa historia, y que nosotros estamos ahí para repararlo en la medida de lo posible y nunca para minimizarlo.
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"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"