Ahora que estamos ya metidos casi de lleno en el otoño (los que vivimos en el hemisferio norte, claro) aunque se mantengan unas temperaturas estupendas, yo vengo hoy a contaros de mis vacaciones de este verano.
Tanto por nuestras circunstancias personales como por la pandemia que sigue coleando, no teníamos muy claro si salir de vacaciones o no.
Parecía que iba ganando el sí y el plan era acercarnos unos días a la playa más cercana porque los chicos tenían ganas de playa (se les habían caído a ambos los planes que querían hacer ya con los amigos), es lo más cercano, parecía fácil encontrar un alojamiento acorde con nuestro presupuesto….en fin, todas esas cosas que se valoran a la hora de tomar una decisión de este tipo.
Mi cabeza empezó a darle vueltas a la idea ¿YO quería ir a la playa?
¿Qué es lo yo realmente NECESITABA?
Y empezó la típica pelea entre 2 voces, como poco, que anidan en mi cabeza ¿No os ha pasado nunca?
Una defendiendo lo que yo quería realmente hacer, y la otra intentando convencerme de que no merecía la pena porque los demás preferirían otros planes.
Finalmente, decidí poner mis necesidades encima de la mesa: yo lo que necesito es ver el verde del norte, el mar desde los acantilados, respirarlos…es lugar del mundo del mundo que más me relaja y me conecta conmigo y necesitaba eso para recargar las pilas después de un año durísimo.
Para mi sorpresa, a mis hijos les pareció estupendo ir un par de días al norte y, además, fueron un éxito, lo pasamos genial, nos reímos un montón, que falta nos hacía a todos, jugamos en el coche, ellos hicieron algunas cosas solos que para eso son ya mayores, mientras su padre y yo hacíamos otras que a ellos no les apetecían tanto….vamos, lo que se dice un éxito de escapada.
No parece tan difícil ¿No?
La dificultad está en que, muchas veces, ni siquiera somos conscientes de esas necesidades, por nimias que sean, no nos paramos a escucharnos, a saber qué queremos, y claro, así es imposible ponerlo encima de la mesa.
Autoempatía me enteré ayer que se llama….
¿Pensáis que si no somos capaces de escuchar nuestras necesidades, de ponerlas en valor, vamos a ser capaces de VER las de los demás?
¿Podemos atender las necesidades de nuestros hijos sin atender nunca las nuestras?
¿Os acordáis de como funciona lo del oxígeno de los aviones en caso de que haya problemas, verdad?
Pues eso…si vas con menores, te lo tienes que poner primero tú porque, si te desmayas, no se lo vas a poder poner a ellos.
Todos, absolutamente todos, tenemos necesidades y no decidimos ni cuales, ni cuando las tenemos.
Todo lo que hacemos, decimos, no hacemos o no decimos, va dirigido a satisfacer esas necesidades.
Las necesidades de todos son igual de importantes (1)
Es decir, tan importante es que mi hija quiera ir a una playa cálida para darse un baño, como que yo quiera ver el mar desde un acantilado sin mancharme los pies de arena, que mi hijo quiera bañarse sólo si hay poca gente, o que mi marido prefiera ni llevarse el bañador. Todas son igual de importantes.
Así que aquí empieza el baile: hay que empezar por sentir las propias y aprender a expresarlas adecuadamente, ver y escuchar las de los demás y atenderlas coordinándolas con las nuestras.
¿Va a ser fácil?
Pues no, porque todo requiere un entrenamiento y nadie nos ha enseñado a hacer las cosas así, a conectar con nosotros para conectar con los demás.
Solemos callarnos las nuestras, presuponer las de los demás y generar unos problemas de comunicación tremendos que, a su vez, ocasionan unos problemas de convivencia más tremendos todavía
¿Os suena?
Yo os invito a que probéis, a que lo intentéis.
Yo voy a hacerlo….a ver qué pasa.
Sería genial que lo intentarais si no lo hacéis, y me contáis después como os ha ido.
Me encantaría leer vuestras experiencias.
(1) Principios básicos de las necesidades en Comunicación no violenta: CNV (@elena_dieguez_basalo)
Descarga GRATIS la guía:
"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"