He leído un libro que me ha hecho pensar mucho en comportamientos que tenemos los padres frente a nuestros hijos, aún más si cabe, cuando son adoptados.
Trabajo con muchas familias que me cuentan que, ser familia por adopción, ha supuesto una presión añadida a la labor de ser padres, porque no se puede fallar, has puesto tanto empeño en ello, que luego parece que todo tiene que ser perfecto, ideal, de anuncio de Benetton, cuando la realidad no suele ser así.
“Proyectamos en nuestros hijos nuestras expectativas, nuestras etapas de la infancia o adolescencia sin resolver, esperando inconscientemente que ellos se conviertan en una extensión de nosotros mismos. Comprender porque ese hijo nos saca tan fácil de nuestras casillas, porque lo presionamos con tal insistencia, nos abre a la posibilidad de un cambio profundo”
Esto lo dice Martha Alicia Chávez, pero también lo podía haber dicho yo, porque pienso que es uno de los grandes errores que cometemos, por supuesto, de manera inconsciente.
Hay una “parte oculta” en nuestra relación con los hijos que, rara vez nos atrevemos siquiera a pensar, porque asusta y avergüenza, pero hacerse consciente, ser valiente y dar ese paso, abre la posibilidad de un cambio profundo y de una gran transformación en nosotros.
Te niegas a admitir que algo va mal, que algo no funciona, porque ¿Cómo no va a funcionar con lo que tú les quieres?
Pero, mientras no reconozcas esa realidad, no vas a hacer nada para cambiarla y solo va a ir a peor.
¿Nunca te has sentido tan agotada que solo has querido huir?
¿Nunca te has sentido tan desbordada que has creído que no podías más?
¿Nunca has pensado como habría sido tu vida si no…?
Te sientes mal hasta de pensarlo.
¡Si yo solo quería ser madre!
Verbalizarlo, te trae las lágrimas a los ojos.
Eres muy valiente si te atreves a reconocerlo y pedir ayuda para ver qué está pasando.
Si la sensación es tan intensa, está pasando algo que tiene que ver contigo y no con el hijo.
Tenemos una responsabilidad que cumplir, que deseamos cumplir, y eso a veces nos abruma tanto, sobre todo si surgen problemas, que no es extraño que te sientas desbordada, y necesitas hablarlo con alguien que te entienda y no te enjuicie, que sepa acompañarte en esos momentos.
A veces, disfrazamos de educación, según nuestros parámetros claro, lo que es un rechazo hacia ellos que no sabemos de donde viene.
Por su forma de vestir,
por si se pinta y se arregla demasiado, o por si no lo hace,
por si tu hijo se ha puesto un pendiente, un piercing o se ha hecho un tatuaje,
por si quiere estudiar (o si no quiere hacerlo) algo que consideras poco práctico,
por su falta de responsabilidad si sale mucho,
o su falta de socialización si sale poco.
La mayor parte de las veces, todo esto tiene que ver contigo, no con él.
Con lo que tú esperas de él, con lo que tú hubieras querido hacer y no pudiste, o con lo que tuviste que hacer y no querías.
Mírate tú a ese espejo.
Sé valiente.
Atrévete a descubrir que hay en ti, que te molesta tanto en él.
Mira de frente a tus monstruos personales y verás que gratificante es la recompensa.
Resolver lo que te toca a ti, hará que tengas una relación más sana con tus hijos.
Ser padre o madre es el mayor compromiso que adquirimos en la vida, darles ese amor incondicional que necesitan para crecer, madurar, reparar, exige que nos miremos y, por lo menos, hagamos consciencia de lo que está pasando.
Muchas veces, con eso ya basta.
Un niño que recibe el amor incondicional de sus padres va a crecer más sano psicológicamente y más feliz.
Si no hay una aceptación total por nuestra parte de quien es, vamos a retraumatizar la herida de rechazo y abandono que ya trae.
Amar incondicionalmente, no significa no poner límites ni normas, al contrario, significa sentir con ellos, hablar de lo que sucede, mentalizar, significa saber cuando hay que estar presentes y cuando hay que dar un paso atrás y respetar su camino porque le toca vivir esa experiencia. Significa limitar desde esa incondicionalidad.
Dile que no te gusta lo que está haciendo si es que no te gusta, pero dile que le amas incondicionalmente, por encima de lo que sea que esté haciendo.
P.D. Si te ves reflejada en este artículo, puedo acompañarte a mirarte en ese espejo.
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