Empezamos mes.

Y empezamos temporada, que por cierto, trae muchas novedades.

He querido dedicar esta entrada del Club de Lectura a una reseña bibliográfica para mis seguidores maestros, que pronto empiezan ya el curso.

Yo hace muchos años que leí este libro, sin ser maestra, por aprender de la implicaciones de la parte sistémica en la escuela.

Y se lo regalé a un profesor de mis hijos especialmente implicado en aquel entonces, espero que le haya servido.

Mercè Traveset Vilaginés es la autora de este libro cortito, y fácil de leer, lleno de casos prácticos que nos ayudan a entender como pueden sentirse los niños con adversidad temprana y trauma en la escuela.

Como os decía, pronto empezará el curso, y a muchas familias este tema nos trae de cabeza durante los muchos años que pasan nuestros hijos en el sistema educativo.

Muchas escuelas hablan de “sistémica” porque intentan colaborar e integrar familia y escuela, aunque eso no se haga de la manera y en la dirección que sea más beneficiosa para el menor.

Ellos nos llaman a tutoría, en el mejor de los casos, la mayor parte de las veces, para poner de manifiesto las dificultades que tienen nuestros hijos, y todas las cosas que ellos creen que no hacen adecuadamente.

Si nosotros manifestamos cuales son realmente las dificultades de nuestros hijos, su adversidad temprana, las consecuencias del trauma, los disparadores, y  sus incapacidades invisibles…nos miran con cara de que nos hemos fumao algo….como poco. 

Eso si no empiezan con el discurso de que somos muy sobreprotectores y no sabemos lo que tenemos en casa…

Sin embargo, quiero pensar que, en la mayoría de los casos, hay una voluntad de hacerlo bien, de ayudar realmente al menor, solo que por desconocimiento, no saben como.

Y aplican lo que saben…el sistema conductista de siempre.

“El niño aprende para alguien. Indicar las faltas y los errores continuamente, son vestigios de una manera autoritaria de educar; en lugar de ayudar a superarse y mejorar, lo que fomenta es la sumisión o la rebelión” (pág.. 34)

Nosotras nos llevamos esa “carga” a casa, y aunque en la escuela intentemos hacer valer los derechos de nuestros hijos, me temo que en casa, por una responsabilidad mal entendida, por miedo a lo que pueda pasar, a que no saquen el curso, acabamos cargando contra ellos en exigencias y expectativas que no pueden atender.

Y eso perjudica, y mucho, la labor más importante que tenemos como familias: la conexión y la vinculación con ellos para que se sientan protegidos y seguros.

“Lo que más influye en una persona es su familia de origen, y de una forma consciente e inconsciente le será leal” (pág.39)

Las familias por adopción tenemos que tener claro esto, y aceptar y respetar su familia de origen, y al mismo tiempo, hacerles sentir parte de su sistema familiar adoptivo.

No siempre es tarea fácil.

Hay temporadas, sobre todo en la adolescencia, que buscan y sienten una fuerte lealtad al origen y ponen en jaque los vínculos con nosotras.

Y todo ello, afecta también a la escuela.

Este libro viene a explicar como, entendiendo la sistémica de otra manera, integrando en la escuela la realidad del sistema del niño, podemos conseguir una mejor vinculación en ambos ambientes: familia y escuela.

Lo cual va a favorecer, sin duda, el desarrollo integral del menor, que es de lo que se trata.

El libro trae ejemplos, ejercicios, etc. para implementar la mirada sistémica.

A mí un caso que se me quedó grabado es el de un chaval adolescente al que la orientadora llama porque daba mucha guerra en clase.
No paraba de hacer ruido en la mesa con un llavero.
Cuando la orientadora se dio cuenta y le preguntó que valor tenía ese llavero para él, resultó que era de su padre que estaba en la cárcel.
Para él era importante poner de manifiesto esa realidad y su preocupación al respecto.

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