Hace años que leí este libro y guardaba buen recuerdo de él.
Como no tengo muy buena memoria, decidí releerlo para poder hacer una reseña en condiciones.
Y te tengo que confesar una cosa: me ha costado más de lo que esperaba.
Supongo que me ha pillado en un momento con mi intención puesta en otras cosas.
Me he sentido muy dispersa y me costaba retener lo que leía.
¿Veis como a nosotras también nos pasa como a nuestros chicos?
No siempre pueden aprender como quieren, ni cuando quieren, ni a la velocidad que quieren.
Voy a ver si os puedo trasladar las ideas más importantes con las que me he encontrado.
Es un libro referente sobre la resiliencia, no en vano el autor es Boris Cyrulnik.
A través de múltiples casos reales, habla sobre los traumas de guerra y como los niños han podido echar mano de tutores de resiliencia y de distintas estrategias para salir adelante.
También dedica un largo capítulo a los abusos sexuales.
Hay un párrafo que me ha llamado la atención por encima de todo lo demás y que quiero trascribirte aquí:
“El devenir de los síndromes traumáticos también es variable: cuadros agudos que desaparecen en seis mese, cuadros crónicos que organizan la personalidad, o negaciones que reaparecen cincuenta años más tarde, estas son las cosas que observamos. A menudo se advierte la constitución de la personalidad amoral, de la psicología de superviviente, de identificación con el agresor, de constante desconfianza, de dificultades escolares, circunstancias todas ellas que se transmiten incluso de una generación a otra…..hay que destacar su asombrosa variabilidad en función de la acogida que brinden al niño magullado su grupo y su cultura. Ninguno de estos sufrimientos es irremediable, todos pueden metamorfosearse, cuando se proponen guías de resiliencia.
…
Contrariamente a lo que se piensa, una adaptación excesivamente buena no es una prueba de resiliencia, e incluso ocurre que una culpabilidad torturadora organiza estrategias de existencia resilientes”
Fíjate, hay que “destacar la asombrosa variabilidad en función de la acogida que brinden al niño magullado su grupo y su cultura”
Todos nuestros niños están un poco “magullados” quizá no hayan pasado una guerra, pero sí han vivido ya muchas batallas que no les tocaban.
Así que nos toca brindarles esa buena acogida que ellos necesitan para que su sufrimiento pueda metamorfosearse siendo nosotros guías de resiliencia.
Y también nos pone sobre aviso de esas adaptaciones que parece que todo bien, que no sienten ni padecen, porque debajo puede haber mucho oculto.
No podemos hacer más que estar atentos a las imperceptibles señales y acompañar lo que vaya saliendo.
Y dice en otro punto del libro:
“Lo que forja a un niño es la burbuja afectiva que le rodea cada día y el sentido que su entorno atribuye a los acontecimientos. Es eso lo que destruye a un niño o teje su resiliencia”
Otra vez la importancia del entorno, la importancia del sentido que nosotras le demos a lo que ellos hacen.
Que no nos tomemos como algo personal sus retos y sus comentarios tantas veces desafortunados sobre nosotros.
Que seamos capaces de mirar, más allá de su conducta, el mensaje que nos están transmitiendo y lo sepamos aceptar, acoger y acompañar.
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