Justo acabo de escuchar una charla de Rafael Benito para la formación que se está desarrollando online estos días.
Ha dicho muy pocas cosas que no le hubiera escuchado ya en el Congreso de Valladolid, en el que tuve la suerte de escucharle de manera presencial y compartir impresiones con él pero no me canso…
Habla claro y fácil del funcionamiento del cerebro, de como se desarrolla, en base a qué, en que etapas toca esto o lo otro, qué oportunidades tan maravillosas ofrece la adolescencia de reparar el daño de la infancia, porque la adolescencia es como es, porque la de nuestros hijos es un poco más complicada, como gestionan (o no) su regulación emocional…
De todo eso habla en este pequeño libro de la Colección Puntadas que hoy te presento:
“La regulación emocional”.
Se lee en un ratito, porque esta Colección son libros muy pequeños pero con información súper importante muy bien condensada.
Hoy Rafael comparte entrada en mi blog con su amigo José Luís Gonzalo Madorran que escribe, también para la Colección Puntadas, el libro: “¿Qué desafíos presenta hoy la adopción?”
Me vas a permitir una broma así, entre tú y yo. Yo casi preguntaría ¿Cuáles no presenta?
Dice él: “Incluso los chicos y las chicas que llegan con problemas muy graves hay una notable recuperación. Otra cosa es que los adultos tengamos paciencia para esperar a esa recuperación.”
Se podría deducir de aquí, que los desafíos no vienen tanto por las dificultades que presentan nuestros hijos, que doy fe de que están ahí y son variadas, sino por la paciencia, y otras capacidades, que somos capaces de poner en marcha nosotros los padres (y otros adultos de referencia como los maestros).
Y dice más adelante: “Nuestro sistema nervioso y nuestro cerebro se desarrollan y estructuran apropiadamente si se cuenta con al menos un cuidador competente, sensible y empático que esté disponible para atender y satisfacer las necesidades del infante”
Por lo tanto, otra vez somos nosotras, las familias, las que debemos desarrollar esa sensibilidad y esa empatía que necesitan nuestros hijos. No se trata de ser solo buenos padres, que en ello estamos, sino ser los padres que ellos necesitan.
Y también: “Es totalmente imprescindible que un adulto haya transmitido al menor una seguridad de base. Y esa seguridad de base la proporciona un cuidador cuando en situaciones de miedo, angustia, amenaza, dudas, temores…el menor puede retornar a ese adulto competente, calmarse, regularse, coger confianza y volver, una vez confortado, a explorar de nuevo el entorno”
Bien, dice Rafa Benito que, cuando esto no se ha hecho en la primera infancia, quizá nuestros hijos llegaron más mayores, hay otra oportunidad de oro para reparar todo eso en la adolescencia pero, lo que está claro, es que tenemos que convertirnos en adultos competentes, no nos queda otra.
Tenemos que ser esa fuente de seguridad y confianza a la que retornar y, para eso, tenemos que saber regularnos, mirar dentro de nosotros qué nos está removiendo cuando ellos hacen tal o cual cosa, ver qué disparadores tenemos nosotros y de donde vienen.
Entender “desde donde” les estamos acompañando y “para qué” ponemos esta o aquella consecuencia, marcamos un límite, o exigimos el cumplimiento de una norma ¿para transmitirles seguridad a ellos? ¿o para cubrir necesidades nuestras?
Todo esto es importante trabajarlo con nosotros mismos, hacernos acompañar de una u otra manera para poder trabajarlo y, de esa manera, convertirnos en el adulto competente que ellos necesitan para conseguir esa regulación emocional. Ese es nuestro desafío.
Descarga GRATIS la guía:
"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"
Gracias Amparo, me parece algo muy importante esto de repetir hasta el cansancio, que somos los padres los que tenemos que ir cambiando si queremos acompañar mejor a nuestros hijos.
Así es Mónica, aún a riesgo de parecer pesadas, es lo que más cuesta: que nos demos cuenta que el único cambio posible es el nuestro.