Hace unos días realicé un taller sobre “Orígenes e identidad” con el Instituto familia y adopción de Barcelona.
La facilitadora fue Ció Sagristá y lo presentó Eva Gispert directora y fundadora del Instituto.
Era un taller de introspección, de esos que yo creo que nos hacen tanta falta para tomar consciencia de lo que sentimos y de lo que nos remueve y nos perturba por dentro, por supuesto respecto a nuestra maternidad pero también, y no menos importante, respecto a nosotros mismos como personas.
Yo leí el título en el cartel y pensé, inmediatamente, para que veáis lo fuertes que son nuestras creencias, y como elaboramos los pensamientos en base a ellas, que íbamos a hablar sobre los orígenes y la identidad de nuestros hijos.
Cual fue mi sorpresa cuando me encontré con que el trabajo que íbamos a hacer era sobre nuestros “orígenes” en la adopción.
Nosotras, cada uno de nosotras, también nos acercamos a la adopción con unos “orígenes”.
Hemos recorrido un camino previo, muchas veces, buscando una maternidad biológica que no llegó; algunas soñábamos con ser madres desde pequeñas, otras lo pensaron cuando empezaron a cumplir años, o cuando se lo planteó su pareja…para algunas, como yo, pensar en la adopción fue una decisión natural porque ya habíamos pensado en ella desde pequeñas y para otras fue un último recurso; unas tuvieron tiempo de elaborar un duelo con lo que dejaban atrás, y otras llegaron a la adopción con un montón de duelos sin resolver….pero todas y cada una tenemos una historia y un origen para nuestra decisión.
Digamos que llegamos a la adopción con una semilla, la semilla de la que nace nuestra familia, esa que deseamos crear, y dentro de esa semilla hay un montón de cosas metidas que van a ir “floreciendo” en uno u otro momento…en esa semilla suele haber anhelos, ilusiones, amor, alegría, esperanza…y un millón de cosas positivas que aportamos a ese proyecto, pero también viene cargada de otras simientes como nuestros duelos no resueltos, nuestras heridas, muchas creencias falsas, prejuicios y falsedades que nos han contado o que nos hemos creado nosotras mismas, y a veces, según como haya sido nuestra infancia y nuestra adolescencia, pensamos que podemos resarcirnos y que seremos esos padres que a nosotras nos habría gustado tener….y todo junto, lo bueno, y lo no tan bueno lo cargamos en nuestra “mochila”, sí en la nuestra.
Luego, cuando llega el hijo “real” el que de verdad va a ser nuestro hijo, le proyectamos todas esas creencias, heridas, expectativas…y ya nada resulta tan fácil y tan idílico como habíamos imaginado.
Una vez que teníamos claro qué había en nuestra semilla, el ejercicio continuaba con un diálogo interno honesto y sincero con nuestro hijo en el que explicarle qué cargábamos en nuestra mochila, como y porqué habíamos llegado ahí y mirar, con otros ojos, como eso le había afectado a él.
Quizá otra mirada sobre la situación que cada una de nosotras estamos viviendo sería necesaria, una mirada con otras gafas, de otro color, una mirada de conexión en la que veamos qué estamos aportando cada uno al tesoro emocional de nuestra familia.
No es fácil pero es muy, muy liberador.
Y nos abre nuevos horizontes.
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"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"