Hace unas semanas me contaron una historia que he querido dejar posar antes de venir a contarte.
Una amiga mía adoptó hace casi 20 años grupo de 2 hermanos en adopción nacional.
Los años han ido pasando, los niños han ido creciendo.
Y los brazos de las redes sociales, también.
Cuando nos conocimos en un foro, porque Facebook no era aún ni un sueño, no podíamos pensar cuanto nos traerían: bueno y malo.
Ella, que es una buscadora nata, encontró a algunos de los hermanos mayores de sus hijos en esas redes años más tarde.
Y ahí lo dejó, por si algún día hacía falta.
Sus hijos, se hicieron mayores, se hicieron preguntas, y también buscaron.
Y la otra red social, más acorde a su edad, Instagram, les dio respuestas.
Meses después de estar hablando por la red, quisieron verse, y abrazarse y escucharse.
Y acompañados de su madre adoptiva, se reencontraron.
Pertenecen a una familia muy numerosa y todos, todos, todos, no pudieron juntarse pero todos los que pudieron, sí se juntaron.
Y unos, los mayores, los que se quedaron en la familia de origen, vieron lo que la vida les había dado a los pequeños que habían salido en adopción: otras posibilidades, otros recursos, y muchas preguntas, muchas pérdidas, muchas ausencias.
Y otros, los pequeños, vieron lo que la vida les había dejado a los mayores: raíces, origen, y tenerse que buscar la vida en medio de mucha dificultad.
Por lo que me han contado el reencuentro fue precioso, todos tenían muchas ganas de verse y reencontrarse a pesar del poco tiempo que habían vivido juntos.
No tiene porqué ser así, no quiero crear falsas expectativas.
De hecho, así sin mediación, un poco a la brava…podía haber pasado de todo…Esta vez salió bien. No siempre es así.
No voy a entrar a valorar aquí porqué se separó entonces a esa familia, si hubo otra manera de atender sus necesidades, si se podía haber intervenido de una manera más eficaz para que permanecieran juntos.
En fin, todas esas preguntas que nos hacemos, al menos yo, y para las que no encontramos respuestas.
Me voy a centrar en la sensación que tiene que ser, al menos así lo veo yo, encontrarte con los hermanos de los que te separaron cuando eras bebé, ahora que ya estás en la veintena y ver que eres idéntico a ellos.
Los mismos ojos, la misma sonrisa, los mismos gestos…
Sentir, de alguna manera que esa es tu tribu…y a la vez, sentirte tan ajeno a la realidad que han vivido porque la tuya es otra distinta.
Quizá sentir que ellos te miran como al hijo pródigo que marchó.
Y tal vez ellos preguntarse porqué algunos sí pudieron quedarse allí, agarrados a sus raíces, a su tierra, a su cultura, a su entorno…mientras ellos eran arrancados de todo aquello.
Cada uno tuvo oportunidad de contar una misma historia desde la orilla desde la que la había vivido.
De cualquier forma, mucha dificultad, mucha resiliencia, mucho dolor…
Así que, desde aquí, este es mi pequeño homenaje a todos nuestros hijos que se vienen con nosotros con ese vacío en su interior, que se preguntan, que buscan, que quieren encontrar…y también a los que no.
Mi enhorabuena a los que encuentran en pueden cerrar capítulos y heridas, y abrazarse, y sanar, y reparar.
Mis felicitaciones a los que se abrazan a uno y otro lado.
Y todo mi ánimo y mi apoyo a los que siguen buscando.
Gracias por compartirme este trozo tan importante de vuestra historia y dejarme compartirlo.
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