“YO SOY PORQUE NOSOTROS SOMOS”
Ayer leía un artículo de Manuel Lencero que hablaba sobre este término y me encantó está filosofía, me quedé con la copla.
La utilizaba para ilustrar el comportamiento que deberíamos tener como sociedad frente al coronavirus, pero yo he querido darle otra vuelta de rosca porque me recordó a esa otra frase famosa que dice que, “para educar, hace falta toda la tribu”.
Y las dos nos resultan extrañas como consecuencia del individualismo y el “ombliguismo” en el que vivimos actualmente.
Solo nos importa que “NUESTRO YO” no se vea dañado, y los tentáculos de ese “YO” se extienden hasta nuestros hijos, nuestra familia, nuestra casa, nuestro trabajo, nuestro pueblo….y, como mucho, nuestro país.
Sí ” LO QUE SEA” no nos pasa a nosotros, no existe.
Me contaba una amiga, como una señora le había dicho que ” a 2m de su culo, fuego” yo, extrañada por la expresión, le pregunté el significado y me explicó que lo que sucedía a 2m de ella ya no le importaba nada (supongo que estará guardando la distancia social de seguridad escrupulosamente, curiosamente, es la misma).
Dicho así de crudamente, seguro que nos choca ese individualismo pero, quizá, si os lo planteo de otra manera, veáis que es muy habitual: Cuando vuestros hijos han planteado algún problema social, escolar, etc. ¿habéis tenido mucho apoyo en el entorno?
Porque yo, la verdad, me he encontrado bastante sola, aislada en muchas ocasiones.
Todo empezó ya cuando llegaron.
Salíamos entonces habitualmente con unos amigos que tenían un hijo único, el cual tenía confianza total con nosotros, cuando estábamos todos juntos, los 4 adultos estábamos pendientes de él…cuando iban a llegar mis hijos, avisé de que durante un tiempo, tendríamos que cambiar la manera de relacionarnos, puesto que mis hijos necesitarían tiempo para establecer un vínculo con nosotros y sentir nuestra casa como su casa, ir generando ese apego imprescindible para su desarrollo.
Nosotros siempre nos habíamos amoldado a las necesidades de este niño, así que jamás se me pasó por la cabeza que, si mis hijos necesitaban ahora que ellos se amoldasen a las suyas, teniendo en cuenta las dificultades añadidas que traían, eso fuera a ser un problema, pero lo fue: porque ni el niño ni sus padres, tenían la más mínima intención de darles su espacio, su lugar, el tiempo y el respeto que necesitaban…y, con mucho dolor de corazón, hubo que ponerles en su sitio para proteger a mis hijos.
En cuantos casos nuestros hijos han sufrido acoso, de una u otra manera, y nadie os ha echado una mano para solucionarlo, para resolver ese conflicto, para gestionarlo.
Si con la mejor intención, habéis intentado hablar con la familia del otro niño, casi me apuesto algo a que la contestación habrá sido: “No, mi hijo no”.
Y si el acoso ha sido en el cole, bien por un compañero, o en otras ocasiones por la mala praxis del profesor
¿Cuál es la respuesta la mayor parte de las veces?
“No, nosotros no hemos visto nada”,
“No, imposible, este compañero es un buen profesional, es que el chaval…es que esto….o es que lo otro”.
Cuantas veces, si consiguen integrarse en una cuadrilla, en un grupo, y el “líder de la manada”, como suelo llamarles yo, se le cruza la vena y dice que ya no va más con ellos, que si eres así o asá (racismo, celos, homofobia, gordofobia, etc.) y le dan de lado, a nuestros hijos, que ya vienen con el abandono a flor de piel, y eso les supone un duro golpe que tú ves lo complicado que va a ser de gestionar, e intentas mediar, te encuentras con el “No, mi hijo no”
Cuántos os habéis ido a vivir a un pueblo, por la calidad de vida que ofrecen y, simplemente, por ser “forasteros” (en español significa el que no es nacido en un sitio, especialmente si es un pueblo) vuestros hijos están siempre en el punto de mira de cualquier cosa que pasa.
Casi seguro, que si hurgáis un poco, los lugareños las hacen más gordas que los vuestros, pero ahí está siempre el sambenito a “los de fuera”, lógicamente, aumentado de nuevo por el racismo u otras peculiaridades que puedan tener.
¡Qué poca tribu hacemos en la educación de nuestros hijos con lo necesaria que sería!
¡Qué poca conciencia de Ubuntu tenemos en esta sociedad nuestra!
Todos necesitamos esa sensación de pertenencia, de sentirte parte del grupo, de que esa sociedad a la que perteneces, la pequeña sociedad que te rodea: el pueblo, la escuela, la comunidad más cercana, puede ser una estructura, una red de apoyo.
Y debería serlo, pero las más de las veces no lo es.
Y deberíamos reflexionar en las dos direcciones, tanto por las veces que nos sentimos excluidos, como por las veces en las que somos igual de prejuiciosos con los demás, con los que no conocemos, con los “diferentes”.
¡Ojalá el Ubuntu fuera nuestra filosofía de vida! Nos iría mucho mejor como sociedad.
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