La vida es un continuo aprendizaje, yo creo que eso lo tenemos todos claro.
Cuando algo te apasiona, el aprendizaje se hace camino: el único camino.
Seguir aprendiendo, avanzar, crecer.
Los que tienen un trabajo que aman, que también es su pasión, llegan a ser maestros en él porque jamás dejan de aprender, por muchos retos que surjan, siempre se puede investigar un poco más, conocer a los mejores, escucharles, empaparse de sus enseñanzas.
Para mí, el trabajo más importante de mi vida es acompañar a mis hijos y llevo estudiando e intentando aprender cada día un poco más, desde que llegaron.
Este confinamiento me ha ofrecido un tiempo maravilloso para poder escuchar cantidad de charlas que, aún siendo a veces sobre temas recurrentes (funcionamiento del cerebro, apego, adversidad temprana…) todos te aportan algo nuevo, un consejo, una idea en la que no habías caído.
He conocido a personas, tan apasionadas como yo, en asociaciones de lugares que están a cientos e incluso miles de kilómetros de mi casa; y he conectado con una mujer increíble, al otro lado del charco, que me ha dado un empujón, que me ha abierto los ojos, para seguir aprendiendo en un tema del que jamás me había ocupado: la transculturalidad.
Cuando te parece que tienes todo medio atado, te das cuenta de que es mucho más lo que te queda por aprender todavía y que aún hay aspectos en los que sigues en pañales.
Al menos yo.
Así que ya he encontrado un nuevo “punto de mejora” (es importante que cada uno vayamos localizando los nuestros) para seguir aprendiendo e investigando.
Ya he contactado con personas que llevan años en esto, de las que aprender humildemente y con las que caminar en este nuevo aprendizaje.
Ya puesta en el camino, el sábado escuché a Mark Hagland un surcoreano adoptado en USA con una experiencia de vida y un camino recorrido de vértigo.
De repente, te das cuenta de lo importantes que son cosas que ni siquiera te planteas en tu día a día, de cuantos prejuicios debes reconocer para poder eliminar, de que poco sabemos de aquello que no nos ha tocado vivir, de cuanto sufrimiento originamos desde nuestra zona de confort sin intención siquiera pero con mucho desconocimiento de otras realidades…todavía tengo que volver a releerla (siempre tomo apuntes) para seguir asimilando.
Contó una experiencia de vida con la que sí me sentí torpemente identificada: en USA es un “asiático”, en Corea del Sur nadie le considera coreano puesto que no tiene ni el idioma ni la cultura.
Resultado: no es de ninguno de los 2 sitios pero eso le da la oportunidad de sentirse un ciudadano del mundo porque habla varios idiomas y ha viajado muchísimo.
Yo nací en un pueblo del que no me he sentido apenas porque nunca viví allí ni me integré en su vida social, apenas viví un par de años en otro pueblo del que sí me sentía porque, gracias a mi abuela, tuve vida social en mi adolescencia, realmente residía en una ciudad de la que tampoco me sentía…mitad de mi familia es aragonesa y la otra mitad castellana…y siempre he dicho que yo no era de ninguna parte, sin tener ningún rasgo físico diferenciador siquiera, pero todo esta mezcla de lugares y procedencias no favorecía mi sensación de pertenencia precisamente.
Así que, lejanamente, atisbé a entender como puedes sentirte si, además, tus rasgos físicos son totalmente distintos porque aún siendo de la misma etnia, yo siempre he sido “forastera” en todos los lugares que he vivido.
La adopción internacional me pareció un reto para el que no estaba preparada, no tanto por el tema racial, que posiblemente también aunque cueste reconocerlo, sino por otros muchos componentes: culturales, del idioma, etc.
En la adopción, si me permitís el símil, “trasplantas” un niño de su entorno, de su cultura, de su vida…a la tuya y, al que le guste un poco la jardinería, sabe que eso es complicado casi siempre pero, cuanto más parecido sea el clima, la tierra, la luz…más posibilidades tiene de que arraigue bien.
Si todo es absolutamente diferente, el reto es mucho más complicado.
Y aún en adopción nacional, en un país como el mío con tantas diferencias entre unas y otras regiones, cuando tus hijos proceden de otra región como es mi caso, te das cuenta del cambio tan brutal al que les estás sometiendo y no en todo para bien.
Yo recordaré toda mi vida, el día que vinimos a casa, salíamos de su ciudad natal a 18º a las 11 de la mañana y llegamos a nuestra casa a las 7 de la tarde con 35º y mi pensamiento fue ¿ Qué les estamos haciendo?
No había una diferencia racial, aparentemente, pero sí cultural y un entorno y una climatología muy distinta y, ya desde ahí, nuestros hijos tienen que hacer un esfuerzo adaptativo muy importante, cada minuto de su vida.
Y nosotros tenemos que ser capaces de acompañarles en ese camino de adaptación que no va a ser nada fácil.
Pensándolo despacio, estamos pasando momentos especialmente complicados para muchos de ellos.
Que el Covid19 haya salido de China, me consta que puso en una situación difícil, de rechazo, a todos los hijos adoptados en países asiáticos porque mucha gente ni siquiera distinguimos claramente los rasgos de unos y otros países.
Los últimos acontecimientos en USA, si a todos nos llenan de indignación, no sé si puedo imaginar el dolor de aquellos que tenéis hijos de raza negra con los que no queda otra que afrontar que estas situaciones se dan, desgraciadamente, en más lugares y en más ocasiones de las que nos gustaría.
Seguramente, algunos tendréis la tentación de que no se enteren, de evitarles la preocupación y el sufrimiento.
A este respecto, decía Mark, que si tú sabes que tu hijo puede ser atropellado por un coche cuando cruza la calle, lo normal y lo prudente es que se lo expliques antes de que cruce una calle, no esperas a que haya salido, haya cruzado, le hayan atropellado y esté en el hospital con los huesos rotos para explicarle que, si cruzas una calle puedes ser atropellado por un coche.
Pues con el tema del racismo, sucede lo mismo: toca tener muchas conversaciones antes de que se puedan encontrar con una situación que les dañe.
Muchas nuevas enseñanzas.
Como él mismo dijo, una de las claves para ayudar a nuestros hijos es la formación continua.
No es un curso de unas horas, de unos meses, ni de un año…es una formación que no acaba jamás.
Si tú eres un eterno estudiante, siempre aprendiendo, vas a estar preparado para lo que traiga el camino.
Gracias Mark por estas palabras, ya estaba empezando a sentirme un poquito friki por mi casi obsesivo interés por seguir aprendiendo.
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"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"
Hola amparo
Afortunadamente me he encontrado con to magnífico blog.
Tengo una hija de 17 años adoptada de chiná.
Ella tiene una lesión cerebral, fruto de su adversidad temprana, que le produce un retraso madurativo importante e incapacidad intelectual.
Soy monomarental y llevo mucho tiempo de terapias para aceptar la situacion que me ha tocado vivir en la más estricta soledad.
Mi trayectorias se resume en un aprender y desaprensder, con la sensación de no avanzar.
No consigo aceptarla como es, me inculcaron que sin estudios ni inteligencia no eres nadie.
Antes de que viniera mi hija a mi vida, tuve hacia los niños con dificultades una mirada de compasión y pensaba el sufrimiento que ello aportaría a, su familia,
Porque además, soy maestra., y han sido muchos los niños que mz hsn llegado en esas situaciones.
Y llegó a mu vida una niña muy marcada por su adversidad temprana.
Como te comenté antes, después de hacer terapias, incluso con expertos en adopción, ahora me encuentro totalmente atascada, y enrabietada como una niña pequeña.
He tenido y aun sigo guardando en los cajones mis espectativas fantásticas con respecto a mi hija ideal,
Que, claro esta, no se corresponde con mi realidad
Es una ardua tarea, muchss veces estoy agotada, frustrada, impotente, desgraciada etc. Y sobre todo con un fuerte sentimiento de culpa por no estar a la altura de sus circunstancias.
Un saludo y gracias por estar
Lo primero, agradecerte tu confianza y tus palabras.
Y lo segundo, una buena noticia: tenemos derecho a sentir rabia y frustración. Debemos darle espacio a nuestras emociones, esas que salen con más fuerza cuanto más quieres taparlas como cuando se sale una botella con gas y tú pones la mano intentando evitar la catástrofe. Hay que tomar consciencia de ellas, reconocerlas, mirarlas de frente, acogerlas, aceptarlas y luego ver que hacemos con ellas.
A veces, podemos solos…y otras hace falta ayuda. Las ayudas, para mí, son como el Guadiana…aparecen y desaparecen en nuestra vida en función de la etapa que estamos viviendo, de los momentos vitales nuestros y de nuestros hijos. Los momentos cambian y las emociones también: incertidumbre, miedos, rabia, frustración…
No tengas reparo en volver a pedir ayuda si crees que la necesitas o de hablar con otros padres en una situación similar, a mí eso me ayuda mucho. Estamos juntas en el grupo Escuela de familias TEAF (siento no tener tu nombre de pila para dirigirme a tí pero he visto el mismo correo en el contacto) y tenéis ahí un apoyo importante aunque las situaciones, en cada familia, sean distintas.
Es cierto que ser monoparental es un plus…o no…hay veces que la pareja no es precisamente un apoyo: el sábado en las jornadas sobre adversidad temprana contaron un caso de una madre desbordada y un padre que no quería saber nada…y no sabía si sacar al hijo de casa un tiempo para descansar todos podía ser una opción. Complicado, muy complicado.
Si te das cuenta, todo nace de nuestras creencias, que es un tema que he tratado en otras entradas: “sin inteligencia y estudios no eres NADIE” En mi caso es más bien sin ESFUERZO Y TRABAJO (y ya me ha traído el universo 2 hijos inteligentes pero que muestran la adversidad con desmotivación y vagancia a tope). Tengo un padre superdotado, que no pudo estudiar por la situación económica de su familia pero me ahorro explicarte todo lo que ha hecho y logrado como autodidacta. Para él ese nivel es “lo normal” jamás se ha considerado inteligente, solo cuenta el trabajo, así que a donde no llegas, es porque o trabajas lo suficiente…y eso pesa mucho, pero mucho. Y cuando ves que tus hijos ni quieren ni pueden hacerlo….ufff.
Entiendo perfectamente tus miedos, tus dudas y tu frustración pero solo hay un camino: trabajarnos nosotras para aceptarlos a ellos y, desde ahí, acompañarles en lo que venga…porque si no los aceptamos tal como son es imposible acompañarlos y eso es lo que ellos necesitan: que estamos ahí SIEMPRE, para lo que necesiten.
Un abrazo enorme.
Disculpa, hay un error en mi respuesta…sí tengo tu nombre de pila: María, quería decir que no te pongo cara. Ahora el releerlo me he dado cuenta. Un abrazo grande María