El otro día me encontré en Facebook este dibujo de Iñigo Martínez de Mandojana y me impactó profundamente.
Me llegaron 2 ideas inmediatamente a la cabeza: por una parte, había dibujado exactamente como me había sentido yo en algunos momentos de las últimas semanas y, por otra, me dejaba visualizar como estaba la mente de mis hijos, y seguramente de muchos de vuestros hijos, en muchos momentos.
Hay ocasiones en las que nos sentimos capaces de todo, abrazamos la vulnerabilidad, o lo intentamos, transitamos por la enfermedad, por las pruebas, por los tratamientos…y otras, por diferentes motivos, en mi caso fue por acumulación, como en el dibujo, de repente parece que todo eso te vaya a engullir y no vayas a ser capaz de seguir con la misma fuerza.
Cuando llevaba meses con un tratamiento duro, pero empezaba a ver luz, se sumó otra patología que en principio era menos grave pero mucho más dolorosa, y requiere más pruebas y otros tratamientos, y la duda de si estarán relacionadas una con la otra y se estará complicando la situación, y entonces llega la pérdida inesperada de un familiar cercano y querido, y tienes que llevar el duelo en la distancia porque tu situación de riesgo no te permite reunirte con nadie, debido a la pandemia, que esta también pesa ya y mucho, como a todos, después de tantos meses….te ves todos esos fantasmas del dibujo detrás y te sientes realmente mal.
Y ¿sabéis una cosa?
No pasa nada por estar MAL.
Hay que tener el valor de reconocerlo y de darte un espacio para sentirlo, para llorarlo si te sale llorar o gritarlo si te sale gritar….pero darle su espacio a ese cúmulo de sensaciones y emociones y dejar que salgan aunque eso suponga parar.
Coger la fuerza para darte la vuelta y mirar a esos fantasmas de frente y que vayan perdiendo fuerza poco a poco, mientras tú vuelves a recargarte de energía con todos los medios que a ti te recarguen las pilas: meditación, lectura, charlas, hablar con amigos, orar, una buena película….no sé cada uno tenemos las nuestras y hay que echar mano de ello, cuidarnos, respirar hondo para poder seguir transitando lo que el camino vaya trayendo.
Hasta aquí mi manera de afrontar la situación cuando te ves, te sientes, como la figura del dibujo acosada por tus propios fantasmas pero ¿Qué pasa con nuestros hijos?
Nuestros hijos tienen sus propios fantasmas, que van cambiando de forma y de discurso conforme van cumpliendo años, pero que están ahí, llenando su mente y acosándoles.
De más pequeños tienen el miedo a que volvamos a abandonarles si no se portan bien, si no son lo suficientemente buenos, si creen que no cumplen con nuestras expectativas, si piensan que no son lo suficientemente…..(ahí poner cada una lo que queráis); y además están los fantasmas que se añaden del colegio si no se les da bien esto o lo otro, o nada….y empiezan a creer que no serán nada en la vida si no consiguen sacar buenas notas o aprobar al menos; y también están los fantasmas de las relaciones con sus iguales tanto en el caso de que no tengan buenas relaciones como si, otras veces, lo que hacen es adaptarse y plegarse a las exigencias de otros por tenerlas; y podemos seguir sumando y sumando situaciones por las que pasan nuestros hijos bien por tener otros rasgos físicos, bien por no sentirse aceptados por la familia extensa….
Y luego llega la adolescencia y el discurso de los fantasmas cambia y pero siguen ahí y además aparecen otros: se empiezan a plantear las relaciones de pareja y, según como lleven el autoconcepto van a empezar a pensar si alguien va a quererlos lo suficiente para estar con ellos; y ven la vida adulta a la vuelta de la esquina y tienen dudas de si van a ser capaces de mantener un trabajo, de poderse ganar la vida, de desenvolverse en sociedad; y surge con fuerza en algunos el ansia por saber de sus orígenes, de su familia biológica y esa idea la tienen ahí metida en la cabeza en todo momento….
Todas estas ideas bullen en su cabeza como si fuera una olla a presión…todos estos fantasmas les acosan en sus pensamientos, a veces, aún sin ser capaces de ponerles palabras, y se manifiestan como una intranquilidad, como una angustia, como un “no sé qué me pasa” pero están revueltos, muy revueltos….y en ocasiones esa olla a presión estalla en forma de rabia y otras, esos fantasmas los tienen atenazados de miedo, y les duele todo, y somatizan, y se deprimen y les cuesta la vida atender a sus responsabilidades diarias.
Y nosotros, como adultos ¿Somos conscientes de nuestros propios fantasmas? ¿Sabemos gestionarlos?
Y nosotros, como padres ¿Somos conscientes de todos estos fantasmas a los que tienen que enfrentarse nuestros hijos? ¿Sabemos ayudarles a gestionarlos?
Porque yo os reconozco públicamente que con los míos me voy apañando pero que, cuando se trata de mis hijos, necesito pararme y recordar todo esto para darles esa otra mirada que ellos necesitan y ver todo lo que están luchando cada día y todo lo que, dentro de sus posibilidades consiguen, pero que tiendo a ir con el “automático” puesto y entonces me cuesta ser consciente de todo esto y me exaspera su lentitud, o sus “excusas”, o sus dolores, o su inactividad….
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