Llevo días dándole vueltas a este tema….la paciencia.
No soy yo muy paciente, la verdad.
No lo he sido nunca.
Siempre me he visto más reflejada en la impaciencia y es algo que me toca trabajarme continuamente.
La enfermedad te ayuda a trabajarla sí o sí: los tiempos de tu cuerpo, la recuperación, los tratamientos…no suelen ser tan rápidos como nosotros querríamos y, los efectos secundarios, tampoco.
Tú quieres volver a ser la misma, tener energía, poderte mover con la misma soltura, hacer las cosas que hacías antes y el cuerpo se empeña en demostrarte que sigue cansado, que aún no puede, y toca esperar y ser paciente.
¿Sabéis un detalle que me está mostrando mi impaciencia cada día? El pelo.
Siempre me ha crecido muy rápido y ahora, después de la quimio, querría que me creciera como a aquella muñeca que tuve de niña que le girabas una rueda en la espalda y le iba creciendo la coleta, pero no, va lento, a su paso…y además por zonas…
Por si fuera poco, tenía un proyecto entre manos que quería ir poniendo en marcha, sin prisa pero sin pausa, relacionado con las formaciones que he ido haciendo y, por esto de que el que manda ahora es el cuerpo, lo voy postergando porque no me siento con fuerzas…y ahí también tengo que tener mucha paciencia conmigo misma, y cuidarme y mimarme y aceptar que puedo hasta donde puedo y que llegará el momento de llevar otro ritmo, pero que ahora tengo que tener paciencia, mucha paciencia.
¿Qué hago para trabajar la paciencia? Ser consciente, meditar, hablarme con mimo, hablar con mi niña interior y tranquilizarla para que sepa que todo estará bien, vivir con agradecimiento todo lo bueno que tengo…e intentar soltar y dejar que las cosas fluyan, que lleven su ritmo y confiar en que, cuando tenga que ser, será.
Y como siempre que reflexiono, me planteo ¿Cuánta paciencia tenemos con nuestros hijos?
Con esos niños que, a veces, sus cuerpos no responden como ellos quieren;
que no se sienten capaces de todo lo que les pedimos;
que no evolucionan al mismo ritmo que nosotros desearíamos;
que no son tan exitosos como demandan nuestras expectativas;
que sus resultados académicos no solo no son los que nosotros querríamos, sino que tampoco son los que ellos merecen…
¿Os habéis planteado si les damos el tiempo que ellos necesitan?
Ahora que mis hijos ya son adolescentes, pienso que tendría que haber sido mucho más paciente con ellos en su infancia, cuando no conseguían hacer las cosas tan bien, o tan pronto, o tan lo que sea como nosotros queríamos y que quizá, y solo digo quizá, si hubiéramos puesto aquellos cimientos con más paciencia, el edificio ahora estaría más consolidado, o tal vez, se trata de seguir teniendo aún más paciencia porque ellos todavía están poniendo cimientos y removiendo los que nosotros intentamos poner.
El otro día escuchaba decir a Javier Múgica, un referente siempre para mí, que con nuestros hijos la crianza no va de unos pocos años, como los demás, sino que nos la tenemos que plantear a más largo plazo y que hay chavales haciendo con veintitantos los que tenían que haber hecho (o nosotros esperábamos que hicieran) con 15 o 16 años….vamos, que sigamos echándole paciencia…
Es importante que aprendamos a ser pacientes con nosotros mismos, creedme, porque solo así podremos ser pacientes también con los que nos rodean, y con nuestros hijos que tanto lo necesitan.
Descarga GRATIS la guía:
"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"