A lo largo de los años de maternidad adoptiva, me he encontrado muchas veces como si estuviera en el bosque de la foto, pero sin sol ni nada….no saber por donde tirar, dificultades de uno u otro tipo que se levantaban frente a nosotros, obstaculizando el camino y sin dejarnos saber para donde tirar.
Tengo que agradecer a la vida que siempre ha ido surgiendo alguna lucecica, en forma de profesional, de curso, de charla, de aprendizaje, de intuición….para ir saliendo adelante. Tengo que reconocer que algunas veces no hemos tomado el camino correcto, bien porque no sabíamos que hacer y reaccionábamos desde el miedo o desde nuestras propias heridas; bien porque la decisión que tomábamos afectaba tanto a mi hijo como a mi hija y se había tomado pensando únicamente en las necesidades de uno de ellos, siendo como son totalmente distintos, y las consecuencias han llegado a ser desastrosas. Otras veces hemos tomado las decisiones atendiendo a sus demandas….y también han sido desastrosas, y es que, en ocasiones, no sabes como acertar, o quizá, es que toca pasar por lo que quiera que sea que estés pasando y no hay acierto ni fallo posible.
Dicen que, justo antes de amanecer, la noche se hace más oscura. Como los bancos de niebla, que también dicen que justo antes de acabar, se hace más espesa. Donde yo vivo, pasamos muchos días debajo de la niebla y mi impresión es que no acaba nunca….pero la verdad es que sí acaba.
En la adolescencia, se dan esos momentos de máxima oscuridad o de espesa niebla, y hay que estar bien trabajado uno mismo para poder encajar los “golpes” (no es que vayan a ser físicos, pero te tambalean igual), para seguir siendo la seguridad que necesitan, y para acompañarles a ellos en su oscuridad. Ellos no saben quien son, ni hacia donde quieren ir muchas veces, y necesitan que nosotros estemos ahí como un faro, que seamos puerto seguro y que avancemos con paso firme para poder transitar sus propios miedos e inseguridades.
En mi caso particular, después de pasar la “Tormenta perfecta” ha llegado la calma y hemos empezado a ver ese sol del amanecer más cerca y más cálido.
El miedo que atenazaba a mi hijo cuando no le iba bien en los estudios, era como iba a poderse ganar la vida, a ser autosuficiente….y eso le provocaba mucha ansiedad. De ahí se deriva su interés por encontrar trabajo desde que cumplió los 16. A los 17 encontró un trabajillo que a mí me pareció una bendición pero para él, como suele pasar en las primeras veces, tuvo sus luces y sus sombras. Ahora con 18 ha encontrado un trabajo, de momento por un período de tiempo muy corto, pero algo que él ve mucho más serio, en una gran empresa, que le aporta una experiencia importante en su CV habida cuenta de los estudios que está realizando y del trabajo que le gustaría hacer…. vamos, que está que no se lo cree y se maneja entre la alegría y la ilusión de esta nueva realidad, y el nerviosismo que le provoca la responsabilidad, verse novato en el ámbito laboral, estar en una empresa tan grande…muchas emociones nuevas que gestionar.
Para nosotros como padres, verlo desenvolverse tan bien como lo está haciendo, es un chute de oxitocina, una recompensa para todos a tantos kilómetros de bosque durante todos estos años pasados.
No tengo la sensación de haber llegado a ninguna meta porque la vida, si es algo, es incertidumbre, cambio, tránsito, camino, avances, algún retroceso….y seguimos ahí pero esta experiencia, aunque sea breve, sí nos ha hecho sentir el calor del sol después de la ombría.
Toca disfrutar de este momento y compartirlo.
Tantas veces hablamos de las dificultades que me parece de justicia poner voz a estos momentos de satisfacción, de avance, de tener la sensación que las piezas van encajando, que el camino se va aclarando y que empieza a salir el sol, para que las que estáis en este momento en un paraje más sombrío, aún en medio de esos km de bosque….sepáis que hay esperanza, que se avanza, que se sale, que se llega….
Descarga GRATIS la guía:
"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"
Mil gracias, esas dudas del futuro invaden mi cabeza y más que miedo, me da ansiedad y ganas de protegerlo. Pero si eso de la niebla me queda clarísimo y gracias a blogs como el tuyo y especialistas no me siento en el bosque obscuro.
No podemos protegerlos de todo Lourdes. Como le comentaba ayer a otra madre, con una hija ya adolescente, no podemos quitarles todas las piedras del camino.
A ella le preocupaba que sufrieran pero ¡Es que tienen que sufrir! Porque todos vamos creciendo con esas experiencias de vida que nos van enseñando.
¿Qué es lo que sí podemos hacer? Acompañar. Ir creando un vínculo fuerte, de manera que nos sientan un puerto seguro al que volver cuando tengan esos problemas que les van a hacer sufrir (una traición de un amigo, un chico que les gusta y no les hace caso, una relación que se rompe…), y no una tormenta de la que hay que escapar. No sé que edad tienen tus hijos pero, hasta donde he llegado yo, tengo la impresión de que algún trozo de bosque oscuro toca pasar con todos. Como en le película de “La princesa prometida” que había que pasar por aquella zona asquerosa llena de trampas sí o sí para llegar al final del camino. Solo hay que haberse formado previamente en supervivencia y haber hecho acopio de las herramientas necesarias para esa aventura en la montaña de la que hablaba en la guía: autoconocimiento, autocontrol, cuidado con la expectativas, revisar las creencias…
Mucho ánimo y confía, que seguro que estás poniendo todo tu empeño en hacerlo lo mejor posible. Y, como dije mi hijo, eso es lo que importa al final.