No hay duda que estamos en una situación totalmente anómala que nos está llevando a hacer muchas valoraciones y reflexiones, muchas de ellas, encontradas.
Yo creo que todos estamos de acuerdo en que, tantos días encerrados en casa no es bueno para nadie y, menos aún si cabe, para los niños y adolescentes.
Los primeros porque necesitan el movimiento para su correcto desarrollo físico y emocional, y los segundos porque están en esa etapa de la vida que la socialización, estar con sus iguales, sus primeras relaciones, etc. son el pilar de su existencia y de su desarrollo.
Como leía en el blog de Madre de Marte “echan ferozmente de menos a sus amigos”.
También hay que tener en cuenta, y estar muy al tanto, que pueden estar teniendo conductas adaptativas que no signifiquen que estén realmente bien, y que escondan detrás miedos, incertidumbres, preocupación por la enfermedad, el duelo por la pérdida de alguien cercano, que echen de menos a la familia extensa que ahora no pueden ver físicamente….de eso están hablando muchos expertos estos días explicando las consecuencias que pueden darse: problemas con el sueño, pesadillas, mojar la cama, cambio de hábitos alimenticios por exceso o defecto….
Pero yo hoy, en mi intento diario por buscar lo positivo de esta situación, y después de leer ayer el artículo de Marga Múñiz, quería poner la atención en las consecuencias positivas, que también las hay, que puede traernos esta situación.
Cuando mis hijos eran pequeños, asistí durante varios años a la Escuela de familia de AFADA, tener un grupo seguro en el que poder hablar de las dificultades del día a día, es la mejor recomendación que os puedo hacer, para mí fue una gran ayuda, sin duda.
Olga Lázaro Latorre, que era la psicopedagoga que nos acompañaba, repetía hasta la saciedad: CASA, CASA, CASA.
Cuando nuestra vida era normal, muchos padres con la mejor de las intenciones, tenían a sus niños apuntados a un montón de actividades, no solo entre semana, que podría ser por problemas de la dichosa conciliación, sino también los fines de semana: actividades físicas, culturales, salidas continuas con otros niños y en grupos de familias, visitas aquí y allá…como si cada familia fuera una ludoteca interminable en la que hay que agasajar a los niños con infinitas actividades para que no se aburran.
Creo que es aplicable a todos los niños en general porque, desgraciadamente, problemas de apego se dan también en los hijos biológicos pero, especialmente en nuestros hijos, lo más importante en la infancia es crear un vínculo, generar un apego seguro que siente los cimientos de la familia que estamos construyendo.
Para que eso cuaje bien, es muy importante que estén con nosotros, y nosotros con ellos, en ese espacio “seguro” que es la casa: juegos adaptados a su edad, pelis con palomitas, manualidades, despertarse y quedarse en la cama todos juntos escuchándoles sus historias….no sé, se pueden buscar infinidad de cosas en función de las aficiones de cada familia.
Luego ya llegará la adolescencia y no querrán saber nada de vosotros, aparentemente, pero si se han puesto esos cimientos en la infancia, en los primeros años con ellos, al menos hay una base sólida a la que agarrarse cuando lleguen los vientos de la rebeldía, el desapego y muchas otras dificultades que pueden surgir en su crisis adolescente.
Como dice Marga en su artículo, hay muchos niños para los que el mundo exterior les resulta hostil (siempre he utilizado yo esta palabra para explicar la relación de mi hijo con el entorno escolar, por ejemplo): bien porque no se adaptan en el colegio y les supone mucho esfuerzo, bien porque no tienen habilidades sociales y les cuesta relacionarse o por muchos otros motivos, estas dificultades pueden persistir más allá de la adolescencia en función de la dificultad que tengan, pero también podemos ayudarles a superarlas si ellos van cogiendo confianza y seguridad en un entorno seguro como es para ellos la casa y la familia.
Desde mi experiencia, solo os puedo decir que a mí me ha ido bastante bien hacer caso del consejo.
No digo que no saliéramos nunca (que somos muy dados a los extremos en este país nuestro), no vivíamos confinados como ahora, pero sí hicimos mucha vida de casa.
Ellos se sentían más seguros y yo creo firmemente que ayudó a forjar su estructura emocional que llegó bastante dañada.
Cuando tocaba, llegó la adolescencia y ahí cada uno gestiona como puede pero, aún en ese período que buscan refugio en sus iguales, que parece que están ya de vuelta de todo, que no quieren salir contigo en las fotos ni que les vean contigo por la calle, que les parece que lejos de ti se solucionarán todos sus males…aún en ese túnel tan negro, la casa que hayáis construido les dará seguridad.
Hay chavales que, por su manera de gestionar sus inseguridades con los amigos, se meten en unos barros de los que luego no saben muy bien por donde salir, pues lo que yo he observado es que, si con la excusa que sea les haces quedarse en casa, se tranquilizan y se sienten seguros (aunque protesten).
De hecho, en estos días todos pasamos por distintos estados emocionales, no digo que vivimos en una paz infinita…pero que hace días que no me reía tanto con ellos, eso sí que os lo puedo garantizar.
Por supuesto están deseando salir, ver a sus colegas, hacer deporte…el día que nos dejen abrir la puerta ya veremos como les hacemos volver… pero que vea sus necesidades, no me impide ver también una parte positiva, que nos mantiene ” a salvo” en toda esta triste realidad que nos rodea.
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