Con estas 3 palabras tan sencillas, se encierra toda una filosofía de vida tan maravillosa como complicada.
Estoy formándome como coach, me encantaría algún día poder acompañar a otros en un camino por el que yo ya he pasado, y he tenido la suerte de conocer a un profesor que con 3 palabras ha desmontado todo cuanto creía saber, por su sabiduría, por su sencillez y también, por su dificultad porque va a la contra de todo lo que hacemos habitualmente.
Este profesional se llama Antonio Jorge Larruy, por si queréis buscar sus charlas y vídeos en YouTube, merece la pena.
Veréis, no podía dejar de escuchar sus clases embelesada pensando, no ya en la aplicación profesional de lo que decía, sino en la aplicación a mi vida, a mi día a día, y sobre todo, como podréis imaginar, a la relación con mis hijos….
¡Qué distinto sería todo si fuera capaz de vivir así!
Y me acordaba de todas vosotras, familias con las que tengo el gusto de compartir, y pensaba: ¡se lo tengo que contar! al menos que sepamos como, que podamos intentarlo, sentirlo, vivirlo.
PARA, parar para escucharnos lo primero a nosotros mismos, todos esos mensajes que nos envía la mente a una velocidad de vértigo y por los que nos dejamos dominar en automático, sin filtro, reaccionando sin reflexionar, en un continuo sinvivir (cuidadito con la palabra: sin- vivir).
Esos “esto tiene que ser así”, “debo de”, “tengo que”…esa continua exigencia que nos cuestiona todo, a nosotros mismos, y también en nuestra relación con nuestros hijos.
Imaginemos por un momento que, cuando sucede cualquier cosa, pensad en algo que os haya pasado con vuestro hijo hoy mismo, un pequeño conflicto, empecemos por lo pequeño, que nos parásemos, sintiéramos como nos está llegando, viésemos qué nos está tratando de decir realmente, y después de esta reflexión, de filtrarlo de esta manera, respondiéramos con sentido a lo que realmente está pasando…
¿A qué habría sido totalmente diferente?
Claro, no nos va a salir a la primera, que nadie nace enseñado y lo que nos sale, con las prisas y las cargas que llevamos, es resolver rápido y, muchas veces, mal.
CONTEMPLA, contemplar es verlo todo recuperando una mirada inocente, esa que dejamos no sabemos donde, y mirar sin pretender cambiar nada. viendo lo que hay, no lo que queremos que haya.
Si somos capaces de mirar así el caos del otro, es muy resolutivo, porque no intervenimos intentando cambiar aquello que no nos gusta para que sea como nosotros queremos, sino que estamos presentes en lo que realmente ES, confiando en nosotros, sin ser pasto de nuestros pensamientos, ni de nuestras emociones y aceptando lo que es y lo que somos.
Sí, lo sé, suena complicado…
Volviendo a nuestros hijos, si fuéramos capaces de estar en esta presencia, en este contemplar y mirásemos lo que hay: un niño dañado muchas veces, frustrado, un adolescente que no encaja, una autoestima por los suelos, unas determinadas capacidades académicas sea por lo que sea….y lo contemplásemos así, sin querer que fuera de otra manera, sin pretender cumplir con las exigencias que unos y otros nos imponen desde fuera…
¿No creéis que sería todo más fácil y menos dañino?
Porque desde fuera tenemos un ejército de “Pepitos Grillo” diciendo como y cuando y a que ritmo se tienen que hacer las cosas…desde el sistema escolar que marca un ritmo casi marcial y uniforme para todos sin “ver” al niño que hay, hasta el abuelo de “yo a su edad ya….”, y nuestra eterna sensación de ir siempre a remolque, tarde, a destiempo ¿no os pasa?
AMA, aquí tenemos la palabra prostituida por excelencia.
Amar es abrirse a eso que es, a eso que hay y ACEPTAR.
No sabemos, no estamos acostumbrados.
Lo hacemos en momentos puntuales, pero volvemos a cerrarnos al miedo de no estar a la altura y al deseo de como queremos que las cosas sean en lugar de aceptar como son.
Así que toca practicar y mucho porque el amor tiene un poder infinito pero hay que trabajarlo.
“Donde la mente dice NO que el corazón diga SÍ ”
Es una forma de amar que va unida a la fortaleza de hacer lo que sé que debo hacer, no a la complacencia de dejar hacer cualquier cosa, pero sabiendo que lo estoy haciendo desde el corazón, desde la aceptación de lo que es.
Sé que estoy un poco “flower power” hoy pero ¿os imagináis una sociedad basada en esto? Sería imparable.
¿Y qué tal si empezamos por nosotros mismos? Ya sabéis la caridad bien entendida…
Podríamos probar a parar y “escucharnos” para saber como estamos y qué queremos realmente; contemplar sin prisa quiénes somos y aceptarlo, amarlo…amarnos…saldríamos ya por la mañana con un subidón…
¿No os parece?
Y si nos tratamos a nosotros mismos así, ya estamos a punto para mirar desde ahí a nuestros hijos y agradecer por todo lo que tienen y lo que son, y aceptar como son y el milagro que son, en lugar de quejarnos y penar por las cosas que creemos que les faltan (ojo, que lo creemos nosotros….que igual resulta que no es así…) y desde ahí se puede producir magia en nuestra relación con ellos.
Si hacemos de cada problema un aprendizaje en lugar de un batalla a vencer…quizá, y solo digo quizá, de repente, todo cambie… nos merecemos esa oportunidad con nosotros mismos y con ellos.
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"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"