El sábado 28 de noviembre tuvieron lugar las Jornadas online de las asociaciones ATLAS y AFADA, que con el título “Heridas y suturas” nos quisieron acercar, a través de la voz y el trabajo de diferentes especialistas, a las realidades más complejas que viven nuestros hijos.
Fue una jornada intensa y quería hacer en la entrada de hoy un resumen de mi percepción de las mismas, de lo que más me resonó a mí como madre adoptiva.
Si tuviera que resumirla en un par de palabras serían vulnerabilidad y fragilidad.
De ahí la imagen de esta mariposa que sostenemos con sumo cuidado en nuestras manos.
Nuestros hijos son así de frágiles, todos, pero los nuestros especialmente por lo dañados que han quedado de su adversidad temprana.
Cuando, desde mi papel de madre, escucho a tantos profesionales hablar sobre las situaciones y realidades que vivimos con nuestros hijos, lo primero que pienso es que me gustaría haber escuchado todo esto hace 14 años, cuando empezaba, para haberlos atendido desde el minuto uno como ellos necesitaban y no desde mis propias expectativas y mis propias heridas…y la siguiente pregunta que me hago es:
¿Y sabiéndolo lo habrías hecho tal como dicen?
Porque con todo lo que sé ahora y la de veces que sigo metiendo la pata, que sigo reaccionando desde mi frustración, desde mi malestar, desde mi impaciencia…pero eso es asunto para otro debate.
Manuel Hernández nos habló de como lo sufrido en sus primeros años de vida deja daños fisiológicos que les afectan en todo lo demás (colegio, relaciones, etc.) por el resto de su vida. Y, nos contaba hablando de su método de tratamiento del trauma PARCUVE, que acumulan miedo y rabia y que esa rabia puede ir hacia afuera en forma de agresión o hacia adentro en forma de autolesiones y otros tipos de agresión hacia sí mismos y que hacia donde vaya la rabia, depende del tipo de padres que les hayamos tocado.
Si somos o no consistentes, si ellos se dan cuenta que se pueden fiar de nosotros o si unos ratos somos cariñosos y afectivos pero otros nos dejamos llevar por nuestra propia frustración y actuamos con violencia.
¡Ostras! aquí es donde a mí me saltan todas las alarmas…¿he estado agravando y retraumatizando el daño que ya traían mis hijos?
Porque debo confesar que yo empecé a educarlos como habían hecho conmigo: con cariño pero con mano dura, nadie me explicó nada más y yo actué de la manera que creía que era la mejor para ellos.
Muchos ratos de mimos, de juegos, de sofá, de cuentos al irnos a dormir, de ratos de cama para contarnos confidencias…pero otros ratos de ponerse duros, rincones de pensar, castigos varios y alguna zurra (ya puestos a confesar) cuando se ponían retadores, y opositores y liaban la mundial…
Tanto mi marido como yo veníamos de 2 familias autoritarias, exigentes…y empezamos por ahí, aunque luego hayamos ido cambiando, con mucha formación, trabajo personal, desaprender pero aún así hay veces que la cabra aún tira al monte y metemos la pata.
Sí que es cierto que somos conscientes de que la adolescencia da una oportunidad de reparación y estamos aprovechando para hacer las cosas de otra manera pero no siempre está fácil.
Iñigo Martínez de Mejorana nos hablaba de las claves para rehabilitar el vínculo y establecía la diferencia entre la parentalidad positiva y la parentalidad terapéutica, que no es lo mismo.
Y la nuestra, claro está, tiene que ser terapéutica y ahí ya no solo hay que ser capaz de generar un apego seguro, sino que tiene que ser un apego seguro resistente porque nuestros hijos van a venir a sabotearlo y tienes que seguir ahí se pongan como se pongan; y necesitamos tener una capacidad de sintonización especial que sea capaz de oír por encima de todo el ruido que van a hacer ellos, desde su trauma, para despistarte, pero tienes que seguir siendo capaz de sintonizar con ellos por encima de todo este ruido de fondo; y además, necesitas una consistencia esencial, es decir, hacerlo siempre igual para que ellos te perciban como alguien seguro.
¿En serio alguien sabía que necesitaba todas estas habilidades y que las tenía cuando adoptó?
Porque yo me sentí examinada y observada en las entrevistas para la idoneidad pero, visto lo visto, me doy cuenta de que se quedaron muy, muy cortos…y que habría sido necesario ahondar más, dar cursos de formación, haber hecho un acompañamiento, un trabajo de crecimiento personal para poder ofrecer todo esto que nuestros hijos iban a necesitar y de lo que nos hemos ido dando cuenta, a base de tropezones, a través de todos estos años y estos aprendizajes…porque, como él mismo dijo, en sus intervenciones con familias, intentan restablecer vínculos a través del juego y se dan cuenta de que hay familias en las que son los padres los que no saben jugar, por lo que tienen que andar con cuidado para no dejarlos en evidencia.
Lola Pavón nos dio una visión de la mirada perinatal y nos decía algo que yo he pensado siempre: que las heridas que le quedan a nuestros hijos por sus fallas emocionales, no se ven.
Si tú tienes un niño con un problema físico, es visible pero las dificultades de los nuestros por esa adversidad temprana, por esas heridas, que vienen ya desde la gestación son invisibles, en general, a los ojos de los demás.
Nos habló también de la triada de la adopción, de la mirada a la madre bio, a su entorno, a sus circunstancias, que tanto nos cuesta a veces mirar; habló de que el trauma es anterior a la adopción del menor, que viene de atrás; y nos habló de la parte que más nos atañe a nosotros, los padres adoptivos, el de las heridas que también cargamos nosotros, nuestros propios traumas, los duelos que no tenemos resueltos, el espacio para esos hijos bio que quizá no llegaron, etc.
Para mí este tema de los duelos es importante de tratar como ya dije en mi entrada ¿Hablamos de duelos?
Y Gorka Saikua nos habló de la intervención en familias desde su humildad y sinceridad de siempre y dijo algo que a mí me llegó: somos un caso ( el de nuestras propias heridas y experiencias) que tienen que tratar a otro caso (el de la familia en intervención).
Él hablaba para profesionales pero lo podemos aplicar igual los padres: somos una persona, con nuestra mochila, nuestra historia, que tenemos que atender a otra persona, nuestros hijos, que llegan con su mochila, su historia, su trauma, su adversidad y muchas veces, van a chocar, van a ponernos de frente con nuestras heridas no sanadas, y ahí vamos a tener que pedir ayuda para nosotros mismos, para sanar primero nosotros para luego poderlos atender a ellos.
Decía Gorka que ser conscientes de nuestra propia historia nos ayuda a poder ayudar a los demás y que debemos utilizar nuestra propia vulnerabilidad como herramienta para trabajar con ellos.
A ver si nos sale bien como padres.
Y he dejado en último lugar la ponencia de Anabel González porque, para mí como madre, fue un auténtico torpedo a la línea de flotación, con todo su cariño y su dulzura como no podía ser de otra manera pero, he necesitado volver a ver la grabación porque, el primer día que la escuché, estuve buena parte de la misma llorando de tanto como me removió y quería contaros algo más coherente.
Ella hizo su introducción diciendo que estaba en modo “ameba” y que había preparado algo sencillo sobre disociación y trauma y nos demostró como, desde esa sencillez, se puede ser muy, muy efectivo.
Habló de como se sienten nuestros hijos por dentro, de sus emociones, de todo eso que no saben gestionar y, claro, si te metes dentro de ellos, como ella hizo, es tan doloroso…te sientes tan incompetente para gestionar todo eso…que creo que, a veces, nosotros también sacamos nuestra coraza para protegernos de todo ese dolor que no somos capaces de ver y que, cuando lo vemos, nos duele sobremanera.
Ella nos explicó que el trauma es algo que les ha pasado y les ha hecho sentir muy frágiles y entonces se hacen fuertes desde sus conductas disruptivas de no hacer caso, de agredir, de oponerse…y les parece que así son fuertes pero no lo son.
Necesitan que nosotros les veamos por encima de todo eso, que sigamos ahí aún cuando se enfadan, cuando no se dejan ayudar, cuando se atascan y no sabemos como sacarlos de su atasco.
Decía que ellos van metiendo todo lo que les duele dentro de cajones para ocultarlo pero, dentro de esos mismos cajones, se van haciendo las propias elaboraciones y sale rabia, miedo, y todas esas emociones que nos muestran cuando estallan.
Nos habló de la “magia” que se produce si somos capaces de llegarles pero que esa magia se da a poquito, y que está más en “estar” que en “hacer”.
Simplemente, y tan complicado, estar ahí para ellos a pesar de nuestra propia impotencia y nuestra frustración porque a ellos les cuesta dejarnos entrar más adentro puesto que eso les hace aún más vulnerables, les da miedo que nosotros también les fallemos cuando vemos lo que hay dentro, y también les hagamos daño y también les da miedo donde queda su historia anterior, las personas que deberían haberse ocupado de ellos si nosotros llegamos y sí sabemos y podemos ayudarles.
Es todo muy complejo y hay muchísimo dolor detrás.
Les gustaría ser capaz de mirarnos también a nosotros, pero les es imposible puesto que no pueden verse a ellos mismos.
Y necesitan que nos cuidemos, que no pongamos el foco solo en ellos para que no se les haga demasiado grande.
Necesitan que pidamos ayuda para nosotros mismos, para estar acompañados, para no sentirnos solos y no solo que pidamos ayuda para ellos.
Que confiemos en ellos y en nosotros, en sus posibilidades a futuro, y que vayamos sembrando poco a poco para que lo vayan digiriendo.
Sería larguísimo poneos todo el contenido de las ponencias, espero que esta pequeña “muestra”, desde mi percepción de madre, os haya servido para daros unas pinceladas del aprendizaje que nos regalaron estos profesionales.
Espero que mis humildes reflexiones os ayuden también a vosotras a hacer consciencia del material tan frágil y tan vulnerable que tenemos entre manos: nuestros hijos.
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"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"
Amparo, recordar todo esto que nos presentas es un regalo para mí. Gracias.
Me alegro mucho Mónica de poderte hacer este regalo. A tí y a todas las familias que pueda servirles. Gracias a tí por leerme.