Hoy os vengo a contar una historia.
La historia de un chaval que vamos a llamar Jorge, que es un nombre muy de mi tierra, y que ya os digo que es imaginario pero que, las cosas que le pasan, las he vivido muy de cerca en chicos de mi entorno, en casos completamente reales.
Jorge nació con varias patológicas y quedó ingresado en el hospital.
Ingresado y abandonado.
De allí fue a la casa cuna hasta que fue adoptado con 3 años.
Para él el cole nunca ha sido un lugar agradable, nunca.
Siempre en alerta, desde que lo llevaron a los 4 años, desde que le dijeron que empezaría a ir en septiembre
¿Y tendré que quedarme allí a dormir?
Chaval inteligente, cuando empezó a tener problemas académicos, pero sobre todo de conducta lo etiquetaron de vago, de disruptivo, de provocador….como a tantos otros, le hicieron un montón de test y de pruebas e intentaron que lo medicaran, que la “etiqueta” cuadrase con los apoyos…pero nada hacía que la situación mejorase.
Él cada vez más en alerta, cada vez más a la defensiva y, ante el miedo, su amígdala desbocada le hacía atacar que, socialmente, es la más problemática de las opciones.
Académicamente fue pasando de curso, pero él sabía perfectamente que no por sus méritos, sino por conveniencia de unos y otros: pasó a pesar de no hacer los exámenes, pasó porque según la ley solo se repetía al final del ciclo, repitió y tampoco se subsanaron sus dificultades, ni sus miedos, ni dejó de estar en alerta.
Pasó a secundaria y el escenario empeoró porque el régimen disciplinario es tremendo, pasó de 1º a 2º porque para qué iba a repetir si no mejoraba nada.
En 2º se buscaron caminos alternativos, pero de nuevo fracasos y más fracasos, nada que le hiciera bajar la guardia, ningún lugar seguro del que sentirse parte, en el que poderse desarrollar.
Ansiedad y frustración.
Cumplidos los 16 la mejor opción parecía salir del sistema escolar, buscar caminos aún más alternativos, darle su tiempo para recuperarse, para sanar, para crecer, hacer otras cosas en las que se sintiera capaz, que viera que podía hacer cosas y obtener triunfos.
Se formó, entre otras cosas, como entrenador de su deporte favorito, y empezó a entrenar a unos chavales cosechando éxitos para el equipo.
¡Por fin! Algo de lo que sentirse orgullo, logros, una base sobre la que ir asentando….y ahí es donde ves como asoma la patita el miedo por debajo de la puerta….porque cuando le dices que presente el CV en otros clubs para trabajar en verano en algún campus te dice que no, que él no es capaz, que no va a dar la talla, que no se atreve…y es miedo a un nuevo fracaso, aún cuando le avalan sus propios éxitos.
Este curso ha aprobado el examen de acceso a grado medio de FP ¡Por fin!
Un logro académico…saber que ha sido capaz de superar el nivel de la ESO, que puede seguir estudiando, formándose, labrando camino…no quiere, no sabe qué quiere hacer, y sinceramente, quizá tampoco esté aún preparado para volver al sistema escolar.
No pasa nada, él quiere trabajar…pero le cuesta infinito enviar el CV a ningún sitio de los que le gustaría trabajar porque cree que no vale (y no lo tiene malo del todo ahora) porque el miedo vuelve a asomar la patita y lo paraliza, le hace sentirse otra vez alerta, en guerra con el mundo, se aísla, busca actividades con las que evadirse para no avanzar, para no dar pasos porque le tiemblan las piernas.
Casi tiene 18 ya puede sacarse el carnet de conducir, y quiere sacárselo, para tener más autonomía, más independencia….10 días para ir a mirar precios a una autoescuela
¿Qué pasa?
Pues que el miedo vuelve a asomar la patita: miedo a la frustración, a tenerse que enfrentar a estudiar el código, a hacer los test, al examen, a manejar el coche….
Observo estas situaciones, que se repiten, y siento que tienen un miedo que se les agarra a los huesos y les impide avanzar, a pesar de sus fortalezas, les impide tomar acción para seguir adelante, y se escudan cada uno según su estilo en el silencio, en cosas banales que no les aportan nada (como estar todo el día jugando al ordenador, viendo youtubers, o con la consola…), o en estar enfadados con todo lo que les rodea desde el papel de queja de la víctima: “no es que solo entran los enchufados”, es que “a mí no me van a coger”, es que ya “no está ese puesto que a mí me interesaba”….
Y no sabes muy bien como acompañarles, como tirar de ellos cuando ya son más grandes que tú para que cojan fuerza y avancen en su camino.
Ese no sentirse capaz, no sentirse suficiente, es más fuerte que ellos, que sus sueños, que sus anhelos e incluso que la lógica de los sucesivos éxitos que van consiguiendo.
Cuesta aceptar que ese es el camino que les toca transitar, que hay días para tirar de ellos, y otros en los que toca esperarles sentados a su lado en la cuneta del camino hasta que cogen fuerza y se levantan, otros días toca empujarles, otros puedes acompañarles un trozo, otros dejarles que sigan solos un tramo porque creen que ya no te necesitan y esperar a ver si deciden bien o si se la pegan y hay que acudir con el botiquín de emergencia….
Lo que tenemos que tener claro es que el camino es largo, que cada pequeño logro es un gran avance, que debemos respetar y aceptar su forma de caminarlo y que tenemos que transmitir seguridad para que puedan volver a coger fuerza, a por una tirita, a echar un trago de agua o a lo que haga falta, aunque no quieran reconocer cuanto nos necesitan.
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"Lo que me hubiera gustado saber antes de adoptar"
El miedo impregna la piel y baja por ella hasta quedarse pegado a los huesos. Es difícil que desaparezca. Una forma de hacerlo, puesto que está pegado a los huesos es movilizarlo, pasar a la acción, caminar a pesar del miedo, enfrentarse a él.
Es fácil decirlo aquí en unas líneas pero muy difícil hacerlo. Llega a paralizar cualquier progreso o avance que se pretenda. Hace que nos sintamos fracasados antes de intentarlo. Como un marinero que se siente fracasado como tal y se ha quedado en el puerto con el traje puesto sin llegar a embarcar.
Vencer el miedo es vencerse a uno mismo, superarse, caminar a pesar del dolor que se pueda llegar a sentir en los huesos. La primera vez tiembla la voz y todo el cuerpo. Las siguientes sigue costando hacerlo pero ya no es la primera.
Sentir el rechazo, es volver a vivir otra vez lo revivido tantas veces. Por eso, en muchas ocasiones, es preferible no intentarlo, para no revivir otra vez el rechazo, la exclusión, el abandono.
Y al final, se acaban esfumando los proyectos personales como si de humo se tratara.
Necesitamos vencer el miedo que está tan incrustado en nuestro cuerpo y nuestro cerebro.
Se trata de ir poco a poco conociendo nuestras memorias emocionales y aprender a superarnos día a día.
Gracias por tu devolución de mi artículo. Muy buena reflexión. Yo también lo siento así. Un abrazo.
Este artículo me motiva a seguir alentando a mis hijos y a respetar sus tiempos. Me encanta la frase : “cada pequeño logro es un gran avance”. Aunque me gusta más al revés: “cada pequeño avance es un gran logro.” Te felicito y te agradezco Amparo , por compartir todo lo que sabes.
Pues tienes razón Mónica “cada pequeño avance es un gran logro”. Me alegra que mis reflexiones te sirvan para ver a tus hijos con otra mirada y darles sus tiempos. Todas necesitamos recordar estas cosas a menudo para no perder de vista lo más importante.